Por difícil que se nos haga aceptarlo, peor es no hacerlo: terminaron las vacaciones. “El final del verano llegó”, cantaba melancólicamente el entrañable Dúo Dinámico: se agotó el exiguo territorio de la ligereza y la fantasía, y ahora empieza la larga estación de volar a ras de suelo. Atrás quedan ya esas horas de libertad, en las que no se nos reclamaba nada para seguir vivos. Echamos un vistazo con nostalgia a los paisajes de nuestro estado de gracia, y nos parece que daríamos cualquier cosa por retenerlos, que no se nos escaparan bajo la apisonadora del tiempo. Pero el abismo ya está ahí, regresamos cabizbajos, igual que niños pillados en una travesura, al imperio de los relojes, a la servidumbre de los despertadores, al traje de trabajo bajo el cual palidecerá la piel morena. Hemos vivido al margen de nuestra tarea, de nuestros papeles, de la exigencia y la rutina. Tras un breve paseo por la excepción, ahora toca volver a la costumbre. Se acabaron las coartadas para la pereza, ...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida