Las emociones incluyen su gramática, su código convencional que modela el impulso innato domesticándolo dentro de la esfera social. Lo emocional incorpora así un lenguaje que se construye con las derivas del uso, y que es aprendido a fuerza de intercambio. Esta impronta social conlleva su secuencia, su ensayo y error, su premio y su castigo. Pero ante todo está hecha de significados compartidos. Dicho de otra manera: también las emociones se aprenden. No son un fenómeno estrictamente individual, sino modalidades de encuentro con los demás, estilos de vínculo. Como tales, se construyen en el espacio de lo común, que es el territorio de la creación y la cultura. Esta dimensión de aprendizaje da cuenta de las dificultades y complejidades que suele plantearnos el manejo de los sentimientos. Sentir, más allá del impulso, comprende una destreza que se incorpora y se desarrolla, que conviene afinar y requiere ensayar. Pongamos por caso el apego , meollo de la arquitectura emocional y por...
Las cosas parecen simples solo cuando se miran desde fuera, con la suficiente distancia para que nos pasen desapercibidos sus detalles. Por eso, las causas suelen ser más complejas que su manifestación. Cuando juzgamos a alguien extravagante nos estamos limitando a clasificarlo en una categoría, sin contar con que los conceptos forman parte de nuestro modo de simplificar la complejidad dinámica del universo; tras esa etiqueta encubrimos la minuciosidad de una historia, con sus múltiples sucesos, sus placeres y sus sufrimientos, sus luchas y sus derrotas, sus motivos para lo que nos parece desatino. Si queremos hacer algo más que juzgar, si queremos comprender y apoyar, no tendremos más remedio que hilar más fino, y acercarnos a la persona como algo vivo, dinámico e inabarcable, es decir, aproximarnos con una prudencia y una apertura infinitas. Ya que no podemos evitar las ideas preconcebidas, manejémoslas al menos con la misma precaución que tendríamos con una sustancia inflamable, com...