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Convivir es interesante

Convivir es interesante (más interesante, desde luego, que no hacerlo), afirma Comte-Sponville. Creo que no se puede oponer ninguna objeción consistente a esa opinión. 


Convivir resulta ameno, sorpresivo, sugerente. Lo imprevisible nos obliga a salir de nuestra fijación narcisista, y confrontarnos con la diferencia y la novedad. Al cuestionar las convicciones de lo que creíamos saber, nos instruye sobre los otros y sobre nosotros mismos. Nos da la oportunidad de tantear roles distintos a los habituales, de mostrarnos y expresarnos; es decir, literalmente, de existir, pues ante todo existimos entre los demás y con respecto a los demás. 

¿Por qué, entonces, si convivir tiene tantas ventajas, si ofrece el microcosmos preciso para nuestra vocación gregaria, por qué entonces se nos hace tan trabajoso y nos causa tantos desvelos que a veces preferimos eludirlo? Porque nadie dijo que lo bueno tuviera que ser fácil. Porque la convivencia siempre la vivimos en forma de interacción, es decir, inmersos en ella, desde la subjetividad de un rol determinado, desde la brújula de una intención, y en colisión con los designios que alumbran las intenciones de los otros. 
Así, la convivencia, que es una situación ordinaria y cotidiana, un modo de estar en el mundo acorde con nuestra naturaleza, adquiere tintes dramáticos, se imbuye de una carga emocional, se nos impone con un carácter de inminencia que deja corta esa mera «curiosidad» de la que habla el filósofo francés. Convivir, entonces y para muchos de nosotros, no puede ser calificado meramente como interesante; se convierte a menudo en una experiencia abrumadora, sobre todo para los temperamentos sensibles o vulnerables, que hallan en ese encuentro, siempre impregnado de una carga de tensión y de competencia, un motivo para sufrir. 

Porque convivir es goce, pero también es lucha; es virtud, pero también miseria; es amor, pero también aversión; es verdad, pero también impostura. En la interacción siempre nos jugamos algo, siempre hay una amenaza acompañando las promesas. Siempre hay cooperación (o al menos la oportunidad de ella), pero también competencia y rivalidad, a menudo mezcladas e inextricables. Los otros lo son todo: un regalo y —parafraseando a Sartre— un infierno. Unas veces predominará una faceta, otras veces se impondrá la otra, pero es seguro que siempre ambas estarán presentes de algún modo. Su predominio dependerá en buena parte de nosotros —de nuestra actitud, de nuestra habilidad—, pero no solo de nosotros. Y es esa imprevisibilidad, esa parte de la experiencia que escapa a nuestro control, lo que la hace tan atractiva como perturbadora; en definitiva, interesante, en el sentido que le da aquel refrán chino que ironiza acerca de «vivir tiempos interesantes». 
Amar y trabajar van parejos, inseparables. Si un encuentro tiene que ser interesante, deberá superar la barrera del aburrimiento, y eso nos reclama estar alerta. Pero hay que atender a más variables, y la principal es el tacto; la honestidad, la lealtad, el reconocimiento de la dignidad del otro. En el encuentro, solo hay una cosa que no perdonamos: que no se resguarde nuestra vulnerabilidad. Y hacemos bien: lo contrario es, puramente, la indiferencia o la lucha. Como vino a decir Adorno, quien no se dirija con delicadeza hacia nuestro lado vulnerable, ni nos ama ni merece nuestro amor. El amor es tarea, y la tarea del encuentro, cuando se realiza con buena intención, incluye el amor. 

Convivir es interesante: porque incluye el trabajo y lo imprevisible, y ambas cosas lo convierten en un desafío.

Comentarios

  1. "Nadie dijo que lo bueno tenía que ser fácil"...jejeje, es cierto. Me ha venido a la mente cuando era pequeño, y como veía que todo el mundo estaba casado y tenían hijos, me parecía lo más sencillo del mundo. De hecho pensaba que yo no tenía que hacer nada, que me llegaría el turno, como si estuviera en una cola donde no hay que hacer más que esperar, como todo el mundo. Qué equivocado estaba...jejeje

    Hay dos palabras milagrosas: respeto y armonía.

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    Respuestas
    1. Divertido tu recuerdo infantil. Los niños arman composiciones maravillosas, con lo que saben y con lo que ignoran. Yo en cambio pensaba que eso de casarse y tener hijos no me concernía, porque sería niño para siempre. También me equivocaba, pero no demasiado, jejeje.

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  2. Jajajaja...qué bueno! Ser niño para siempre, genial! jajaja

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