sábado, 24 de febrero de 2024

Los álamos de Kurkuréu

Dicen que en Kurkuréu, una aldea del Kirguistán que quizá no existe, hay dos álamos que cantan cuando sopla la brisa. Los árboles gemelos, orgullosos y plácidos, se asoman a la aldea desde la cima del otero que la preside. Imposible contemplarlos sin sentir la emoción de la firme sintonía con que ejercen de centinelas de las sencillas gentes del lugar. Y dicen los lugareños más viejos que en aquella colina, justo detrás de donde ahora están los álamos, hubo un rudimentario cobertizo que acogió, hace mucho tiempo, la primera escuela del pueblo. 

¿Hablarán de amor los álamos cuando los mece el viento? Seguramente. Pongamos que de amores necesarios e imposibles, como el de la joven Altinái por su mentor Duishén en el relato El primer maestro, del escritor kirguí Chinguiz Aitmátov. Duishén es un joven campesino, más bien simple e idealista, que se empeña en organizar una escuela en una remota aldea de las estepas, y en el despliegue de esa tarea adquiere la dimensión de un héroe en los agradecidos recuerdos de su alumna. Es un héroe del pueblo que, comprometido con el sueño bolchevique, lucha por sacar a su gente del retraso y la atávica precariedad, y que tiene que hacerlo, como no podía ser de otro modo, contra la resistencia y a pesar de la incomprensión de sus paisanos. Es un héroe que cree firmemente que el conocimiento es un arma cargada de futuro. 
Pero, al margen de este mensaje pedagógico, el relato es, ante todo, una historia íntima rebosante de poesía y sentimiento. Los tiernos ojos adolescentes de la huérfana Altinái nos legan un retrato idealizado de aquel aldeano que apenas estaba capacitado para enseñarles a leer y escribir, pero que se volcaba en ello con tal pasión y fe, con tal entrega a los principios de justicia, y, en fin, con tal ternura, que no podía sino brillar con luz cegadora en el contexto primitivo, rudo, a veces brutal, de la vida campesina. Una revolución es un acto de amor. 

¿Cómo no conmovernos al imaginar a Duishén recogiendo a sus pequeños alumnos casa por casa, a pesar de la reticencia de sus padres, o cruzándolos a hombros a través del arroyo crecido? ¿Cómo no hacernos eco de la gratitud de Altinái, cuando la rescata del patriarca nómada que la ha violado después de comprársela a sus tíos, para llevarla después hasta el tren que la conducirá a la libertad de las ciudades y las universidades? ¿Cómo no encandilarnos con la simbólica escena en que maestro y alumna plantan los dos álamos que luego permanecerán, testigos de aquel tiempo iniciático y legendario, presidiendo la aldea? 
Necesario, ineludible, pues, el amor de esta muchacha huérfana por su primer maestro, la primera persona que le abrió las puertas de una vida ancha y fértil tras el estrecho horizonte campesino. El amor de Altinái es de esos que impregnan una vida entera, de esos que germinan en la admiración adolescente y florecen luego en el afán juvenil. Altinái pasará años intentando en vano volver a encontrarse con ese primer maestro de quien ahora se decide enamorada. 

El novelista sugiere la posibilidad de que su amor fuera correspondido. Pero quizá el mentor supiera que hay historias que solo continúan en la memoria, afectos que nos unen por un tiempo pero luego divergen para siempre, como las sendas de las estepas. El destino de Altinái empieza en Duishén, pero no puede conducirla de regreso a él: los maestros están para decir adiós a sus alumnas en la estación del tren hacia un porvenir que les está vedado. Quedan, en la colina de Kurkuréu, dos álamos cuyas hojas danzan al unísono cuando sopla la brisa, testigos de una historia, pregoneros de futuros luminosos.

7 comentarios:

  1. Precioso artículo.
    Muchas gracias.

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    1. Te recomiendo el libro. Es una novela corta, escrita con un encanto y al mismo tiempo una sencillez inimitables. Áspera vida del campo, grandeza de la más profunda humanidad. De esas lecturas que calan y no se olvidan.

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  2. Buscando información sobre el relato, he visto que se adaptó al cine. ¡¡Bravo!! Me encanta cuando hacen eso, ayuda a que llegue a más personas.
    La película se llama igual que el relato, "el primer maestro", y la dirigió Andrei Konchalovski...me suena ese director. Fue su ópera prima, a principios de los 70, y obtuvo algún premio.
    Estaría bien verla, aunque tiene pinta de ser difïcil de encontrar.

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  3. Respuestas
    1. ¡No lo sabía! Si encuentras el modo de acceder a ella, por favor, me encantaría...

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  4. De momento no encuentro dónde verla...sigo buscando.

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