Ir al contenido principal

Risa tonta y risa boba

De entre las venturas y los incordios con que nos ha dotado la evolución, la risa es un bien absoluto, una suerte que hemos de agradecer sin reticencia, un don sin el cual nuestra vida sería sin duda mucho peor, tal vez insoportable. 


La risa es una racha de aire fresco en el agrio espesor de la tan a menudo mísera existencia. Es un arranque de creatividad loca que traza brechas en la rígida, fría, esquemática estructura de la realidad; una insensatez llena de coraje, porque para reír hace falta la valentía de apostar por la vida tal como es: cruel y encantadora, exquisita y salvaje. 

Pero no todas las risas son iguales, y aquí se me ha ocurrido cavilar sobre dos modalidades algo peculiares. Mi reflexión puede juzgarse de entrada un poco frívola, pero tal vez al final se haya ganado merecer, al menos, el valor de los pocos minutos que se le hayan dedicado. 
Empecemos por el simpático fenómeno de la risa tonta. Se habla de risa tonta para referirse a ese carcajeo imparable que nos asalta en las largas veladas y en raros instantes de encuentro confortante. Es una risa que nos atrapa y que no sabe parar, y no necesariamente en respuesta a algo singularmente divertido; más bien es la expresión de una alegría eufórica, un reír por el gozo de reír. 
Cierto que hay una risa tonta y una risa boba, y no son lo mismo. La risa boba no brota de la alegría, es como una muletilla que rellena los silencios en las charlas convencionales, un sonsonete nervioso a modo de pausa que alivia la tensión; de hecho, se parece más al ruido que a la risa. La risa tonta es abierta; la boba, cautelosa; una es feliz y la otra suspicaz. 

La risa tonta se despliega espléndida y luminosa como un ceremonial. Celebra la vida con el alma abierta de par en par, resonante como un cálido simún de entusiasmo. La risa tonta se impone a los envidiosos y a los mezquinos, y el mismo exceso que la salpica la absuelve por su entrega. Es la carcajada franca, redonda, impetuosa, de los enamorados y los borrachos, de las pandillas que celebran la amistad que las une, una felicidad excepcional que debían sentir también nuestros ancestros cuando se reunían y danzaban alrededor del fuego. 
La risa boba es una percusión más bien desacompasada, un traqueteo que marca el ritmo de los diálogos forzados. Es ese je, je, je de los histéricos y los titubeantes, que parecen clavetear el discurso para que no se les desarme. Se parece a tocar a una puerta, o a tamborilear sobre la mesa, y quizá tenga un poco de ambas cosas. Sirve para llenar tiempos (también recuerda, emulador del Morse, los puntos suspensivos) y apaciguar prevenciones, para enfatizar el pacto de una afabilidad mutua que no alcanza a amistad. 
La risa boba tantea los buenos sentimientos en los otros, y da a entender que los propios no son malos. Es una risa instrumental, convencional, administrativa, una risa que ahuyenta los malos espíritus de la desconfianza y el conflicto. Invita a un mundo más llevadero y cordial, lo cual ya lo hace un poco mejor. Algo descolorida, tal vez mustia, aun así no hay que despreciarla: la inspira, como a los saludos y a las preguntas de compromiso, la empresa común de la cortesía y el retintín de las buenas maneras. 

La risa tonta duele en el estómago, con ese dolor reconfortante que ayuda en la digestión del mundo; la risa boba duele en la mandíbula, donde tensa los músculos, quizá conteniendo las ganas de morder. Ambas hacen falta: que la primera abunde para curarnos, que la segunda acuda cuando necesitemos consuelo.

Comentarios

  1. También es una forma de violencia, escape y agresión, de conquista y seducción...

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Caramba, me ha ilusionado encontrarte por aquí! En efecto, la risa es ante todo un fenómeno social, y como tal da para muchos papeles. Lo más inquietante es que enseña los dientes...

      Eliminar
  2. Si estos días estoy de vacaciones y voy viajando por la red.

    ResponderEliminar
  3. Por cierto, como llevas esto de publicar en 2 blogs (o publicas en más)?? Me parece raro

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Jaja, sí, dos blogs a la vez es un poco extravagante... Pero me ayuda a ordenar mi trabajo. En "Almenaras" me obligo a escribir textos cortos, que apunten una cuestión con unas cuantas pinceladas, una rápida sugerencia al lector apresurado. Aquí profundizo en los temas, me extiendo en los matices... (Ya ves que tampoco mucho, la intención no es hacer un tratado...). Dos maneras de encarar el análisis, y de ofrecerlo a posibles lectores.

      Eliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Buen chico

Uno de los prejuicios más fastidiosos sobre mi persona ha sido el de etiquetarme bajo el rótulo de buen chico . Así, a palo seco y sin matices. Como se te tilda de orejudo o patizambo. En todos los apelativos hay algo despersonalizador, una sentencia que te define de un plumazo despiadado, atrapándote en su simplismo. A los demás les sirve como versión simplificada de lo que eres; para ti constituye un manual de instrucciones del destino. Reza una máxima atribuida a César: «Es imposible no terminar siendo como los otros creen que uno es». Todos los rótulos son insidiosos, pero el de la bondad resulta especialmente problemático. Colgarte ese sambenito es el pasaporte directo al desprecio. En primer lugar, porque el buenazo , en su formulación tradicional, equivale a una mezcla de timorato y bobo. En segundo, porque alguien con fama de bondadoso es inevitablemente incómodo: no deja de recordar a los demás que no lo son. Y, en tercer lugar, porque los buenos chicos suelen ser infinitamen...

Gato por liebre

En la feria de las interacciones sociales, podemos permitirnos ser benévolos, pero no ingenuos. La inocencia es una pulcritud que conviene ir embarrando, mientras dejamos que nos curta la experiencia. La sagacidad nos da la ocasión de probar a ser magnánimos con fundamento, no por ignorancia. Tampoco se trata de parapetarnos tras una suspicacia despectiva o cínica, pero resultaría cándido olvidar que, como canta Pedro Guerra, «lo que hay no es siempre lo que es, y lo que es no siempre es lo que ves». En general, podemos contar con que todo el mundo intenta sacar el máximo partido posible al mínimo precio. Incluso cuando no es así, es así. El solidario siembra semillas de una colaboración que espera que se le dispense cuando la necesite. El filántropo apacigua la conciencia o gana en prestigio. El altruismo se nutre de la expectativa. Todos esos pactos son buenos cuando son honrados, porque hacen la vida mejor para todos, que es de lo que se trata. Pero no dejan de ser pactos. Y en su m...

1984 posmoderno

Esa posmodernidad que se jactaba de haber desmantelado los grandes relatos, liberándonos de su larga sombra, ha hecho poco más que volar todas las certidumbres, sin dejar a cambio, al menos, alguna propuesta de brújula o de mapa. Su minucioso vendaval nos ha reducido a la condición de náufragos, chapoteando en un océano sin horizonte, a merced de piratas y de extravagantes ínsulas Baratarias. Entre todos asesinamos a César. Como enardecidas brigadas de demolición, ardientes conjurados, las muchedumbres del siglo nos hemos lanzado en tromba a despedazar uno a uno los sillares de esos monumentos formidables, esos templos colosales, que fueron las viejas ideas heredadas de los tiempos que aún tenían pasado y futuro. Libertad, igualdad, fraternidad, cielos o infiernos, reliquias o utopías, los conceptos sagrados de todo signo saltaron en pedazos como bastillas ideológicas y carcomidos muros.  Entusiastas renegados, invocamos la gloria de la deconstrucción. Amalgamados en una masa hom...

Niveles de interacción

Las relaciones humanas se desempeñan en diversos niveles de proximidad. Entre la compra en una tienda desconocida y una conversación íntima de amigos media todo un abanico de transacciones que varían en intensidad y sentido, y que cuentan con su propio código y su protocolo característico. Aquí proponemos cuatro niveles básicos de interacción, de menor a mayor compromiso, y que por simplificar identificamos como usufructo, gentileza, afabilidad y afecto. En el usufructo solo hay interés e instrumento. Muchas de nuestras interacciones cotidianas son con extraños. Encuentros accidentales regulados por un código superficial, en los que el individuo carece de significado personal y queda estrictamente reducido al rol (y al guion) que le corresponde en la transacción concreta. En esas interacciones ocasionales, breves y esquemáticas, el valor atribuido al sujeto es puramente instrumental: cada cual actúa exclusivamente en función de su interés concreto (¿qué necesito de ti?) y trata al otr...

De creencias y descreimientos

Las convicciones y las creencias rigen nuestra vida, y vivencias tan asombrosas como el enamoramiento o la fe religiosa pueden marcar la frontera entre la felicidad o la desgracia. Dediquémosles algunas reflexiones. En el enamoramiento, como en la fe o en cualquier otra devoción, el momento decisivo es la entrega , el pasaje de adhesión a pesar de la ambigüedad, la incertidumbre e incluso los impedimentos (o quizá precisamente como reacción a todo ello). La convicción de una creencia no se basa en las pruebas ni en los razonamientos, sino en una afirmación directa, una toma de partido ciega y concluyente, a partir de los afectos placenteros que inspira una inclinación emocional. Es el triunfo irracional y ferviente de lo afirmativo, el empeño gratamente obstinado en dar forma al material fangoso y escurridizo de la realidad.  El creyente (el enamorado es un creyente) enfoca su voluntad y la vierte en una decisión, trocada en convicción por la misma fuerza de su entrega. Aquí cobra ...