El toma y daca social de cada día, en cualquiera de los contextos que frecuentamos (convencional, afable, íntimo…) funciona como un juego de contienda, estilo ajedrez o póquer: tiene sus reglas, sus tanteos, sus escaramuzas, sus límites, sus debilidades… y, en definitiva, sus ganadores y perdedores, aunque no siempre esté claro qué gana y pierde cada cual.
La teoría de juegos explora desde este paradigma nuestros intercambios, y sus aportaciones son notables, aunque un tanto esquemáticas. Creo que la metáfora del juego nos puede inspirar muchas otras sugerencias sobre nuestras interacciones.
Tomemos como modelo de juego la elegante esgrima (aunque a veces el encuentro humano recuerde más a la lucha libre). Sutileza, intuición, cautela. Administrar bien lo que se oculta y lo que se revela: cada intención que mostramos queda en manos del otro. Un estoque de menos es una ventaja que se apropia el (llamémosle) rival; una finta de más nos debilita, es energía perdida. Cada una de nuestras respuestas puede cerrar las puertas a un envite, o procurarle una alfombra de terciopelo hacia nuestro corazón.
A veces tiene que costar, y hasta doler: para eso es un intercambio. ¿Qué gracia tendría si el otro no se hiciera presente, si no nos pusiera contra las cuerdas cuando le fuera posible? ¿Qué mérito habría en una lucha que no hiere, qué emoción despertaría vencer? Situaciones de todos los colores, como en ese otro juego que es la danza: dar, retroceder, transigir, interceptar, revolver, sorprender, y sobre todo disfrutar de esa armonía de toques y retoques frente a un enemigo digno, esa agitación de la vida a flor de piel.
En la danza, se diría que el otro no es rival sino cómplice: ambos ganan con un buen desempeño. Así parece suceder, también, en el amor. Sin embargo, tal vez de cerca distingamos algunas tensiones más o menos sutiles, el estira y afloja de dos voluntades que aspiran a imponerse, que aprovechan este detalle o aquel para ampliar un predominio. Spinoza ya lo dio a entender: en todo encuentro, hasta en el más simple, hay un pulso de poder, un sordo anhelo de ganar terreno. Ante un avance, se puede optar por el repliegue o por oponer resistencia, por transigir o vindicar. En el baile, uno suele guiar al otro; el amor, mientras se entrega, aspira al imperio.
Hegel analizó esta dinámica aún más explícitamente con su dialéctica del amo y el esclavo, y quizá sea eso lo que subyace en el fondo: el instinto que nos impulsa a ejercer de amos y que, en la capitulación, nos relega a adoptar una actitud sumisa. Cada cambio de las piezas en el tablero crea una nueva realidad que será el punto de partida del siguiente movimiento. Los pasos se convierten en roles, los roles en costumbres. Una cesión allana el camino a ulteriores retiradas; un triunfo convida al siguiente. Es así como el poder se va consolidando en el amo, y la sumisión en el esclavo. Aunque quizá el esclavo tenga sus propios modos discretos de sacar ventaja; sobre todo, si no olvida que el otro lo necesita para la suya.
El encuentro es, pues, un arte. Hace falta instinto y comprensión, inteligencia e intuición. Mucho sucede en secreto, hay heroísmos y trampas. A veces hay que sacrificar un poco para ganar mucho; o perder mucho para ganar algo. ¿Juego, entonces, o abierta batalla? ¿Acaso hay algún juego que no sea una batalla? ¿Qué es la guerra, sino un juego desmedido, monstruoso, un juego que ha perdido la contención del pacto? Aun así, Sun Tzu nos enseña que también la guerra es un arte. Perseguimos triunfar, pero no nos engañemos: al final, ganar solo tiene sentido si el juego continúa.
Una vez leí que las parejas que perduran son aquellas en las que no existe lucha de poder ( o se reduce al mínimo). Tiene su lógica.
ResponderEliminarLa pena es no haberlo sabido antes...jejeje
Yo creo, como Nietzsche, que la lucha de poder está siempre ahí. Lo que se consigue a veces -con mucho amor y mucho tacto, y quizá en definitiva con mucha suerte- es un equilibrio más o menos estable, un pacto que satisface a ambas partes. Pero la vida evoluciona y nosotros con ella: el pacto debe ser renovado, cuidado, defendido continuamente. Dichosos los que lo consiguen.
EliminarEl juego es uno de los grandes descubrimientos de la humanidad. De hecho, forma parte esencial en la naturaleza. Los animales utilizan el juego para enseñanzas vitales a su prole. Personalmente creo que posee muchos beneficios. Además recuerdo que los profesores que más me gustaron en mi época estudiantil, fueron aquellos que solían utilizar el juego como método de enseñanza. Sabia elección
ResponderEliminarA veces pienso que la vida entera es un gran juego. Un juego, como decía Alan Watts, cuya primera regla es: "esto no es ningún juego". El tema da para mucho...
EliminarJa, ja , ja...Desconocía la cita de Alan Watts, me la apunto. Muchas gracias.
ResponderEliminarY fé de erratas de mi primer comentario: Donde dice "no existe lucha de poder", debe decir "la lucha de poder se equilibra o se reduce al mínimo". Mejor así....jejeje
Como diría el maestro Punset: "He cambiado de opinión y no me ha pasado absolutamente nada"...genial. Muchas gracias amigo mío, es un placer seguir aprendiendo contigo.
¡Y yo contigo! Te agradezco tus ráfagas de lucidez, pero sobre todo la oportunidad de debatir que aportas con tus comentarios... Un monólogo tiene siempre algo mustio y baldío.
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