La vida pasa por sí misma; las necesidades y los requerimientos la empujan y la van desplegando: en este sentido, la vida simplemente sucede. Su objetivo es realizar sus leyes básicas, y un buen día nos encontramos con que el tiempo la ha cumplido. En cierto modo, la vida no nos necesita para acontecer: no le hace falta nuestra atención, ni nuestra complicidad, ni nuestra voluntad. De pronto descubrimos que nos hemos hecho viejos, y nos preguntamos, atónitos, dónde estábamos mientras pasaba nuestra existencia. Como la gravedad tira de nosotros hacia abajo, la vida nos arrastra hacia delante, nos gasta y nos consume. Ese peso del existir es lo que Sartre llamó facticidad. Nos parece que se opone a nuestro proyecto porque notamos su tirón cada vez que queremos hacer algo propio, y no podemos hacer nada si no es contra el freno de su viscosidad. Pero lo cierto es que la facticidad no es una resistencia, sino el curso natural de las cosas. Es el proyecto humano el que se construye rebel...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida