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Mostrando entradas de junio, 2016

Sin prisa y sin pausa

La vida pasa por sí misma; las necesidades y los requerimientos la empujan y la van desplegando: en este sentido, la vida simplemente sucede. Su objetivo es realizar sus leyes básicas, y un buen día nos encontramos con que el tiempo la ha cumplido. En cierto modo, la vida no nos necesita para acontecer: no le hace falta nuestra atención, ni nuestra complicidad, ni nuestra voluntad. De pronto descubrimos que nos hemos hecho viejos, y nos preguntamos, atónitos, dónde estábamos mientras pasaba nuestra existencia. Como la gravedad tira de nosotros hacia abajo, la vida nos arrastra hacia delante, nos gasta y nos consume. Ese peso del existir es lo que Sartre llamó facticidad. Nos parece que se opone a nuestro proyecto porque notamos su tirón cada vez que queremos hacer algo propio, y no podemos hacer nada si no es contra el freno de su viscosidad. Pero lo cierto es que la facticidad no es una resistencia, sino el curso natural de las cosas. Es el proyecto humano el que se construye rebel...

¿Me dejaré descansar?

Como de costumbre, mis cuatro días de retiro al final del verano. Un retiro en buena parte simbólico, porque, como me dijo mi amigo Esteban, cuatro días son poco para reparar un año entero de sobresaltos. Sin embargo, bien vividos, pueden dar mucho de sí. Al menos me sirven para pensar que también he dedicado tiempo a cuidarme, a nadar en el remanso del silencio, a adentrarme, humilde y desnudo, en mi montaña, que es como una diosa madre que todo lo acoge y todo lo cura. Otro año, cuando haya más dinero y menos obligaciones, tal vez puedan ser más. Ahora no vale la pena darle más vueltas: hay que adaptarse a la facticidad. Cuatro días para que lo que cuente sea yo, para que me ausente de los interminables reclamos de lo cotidiano. ¿Podré conseguirlo? Mi mayor obstáculo está dentro de mí: en el hábito de estar en guerra, es decir, en guardia, en tensa expectativa, arrastrado por las voces histéricas que vienen a buscarme entre gritos de temor y que se quedan luego en la cabeza como i...

Las miradas del deseo

Deseo y belleza van de la mano y cuesta saber cuál es primero. ¿Deseo algo porque es bello, o lo hago bello al desearlo? ¿Me encuentro lo bello —lo apetecible, lo placentero, lo deslumbrante— y mi impulso entonces es apropiármelo, o bien el impulso me arrastra hacia lo deseable y lo convierte en deseado, dotándolo de belleza? Solemos coincidir en lo que nos parece bello. Los criterios de belleza son casi siempre compartidos, pero difícilmente podemos, por esa razón, considerarlo objetivos. No hay mujeres bellas hasta que una mirada las hace bellas. La mirada del deseo. Encandilarse con una mujer bella es un asunto delicado. Hay admiraciones tan desaforadas que equivalen a una agresión. Hay miradas que desnudan, que casi acarician y se cuelan por donde no deben. La agresión, si hay que considerarla así, no está en la mirada propiamente dicha, sino en el deseo —su avidez, su apremio— del cual la mirada es solo portavoz y signo. Al que mira de ese modo, rezumando deseo, a menudo se l...

¿De dónde sale la poesía?

Captar un detalle de belleza nos estremece. Después de un recorrido largo y esforzado, remontando cuestas y riscos, el bosque se abre y la mirada se sobrecoge ante un prado esplendoroso, al mismo pie de esa escarpada muralla que es la sierra del Cadí.   Esa amplitud repentina, el verde deslumbrante adosado a la roca inmensa y blanca, el manto de impecable pureza que perdura a la sombra de los peñascos, nos conmueve de tal modo que dan ganas de llorar. ¿Por qué tanta emoción? Son solo los restos de una cuenca glaciar, una repisa en la ladera donde el hielo aplastó la tierra y arañó la roca, y donde luego, en épocas más cálidas, el agua se secó y las semillas lanzaron su avidez colonizadora. Fuerzas atroces se ensañaron aquí con la montaña y esculpieron minerales que en otro tiempo hirvieron en el feroz interior de la tierra. Para las vacas es solo un lugar donde encontrar hierba abundante. Las ardillas, en cambio, lo deben ignorar, porque para ellas no hay nada. Sin embargo, cuan...

¿Qué es eso de ser yo?

Nuestra identidad es algo inconsistente, variable, escurridizo. Incluso contradictorio. No hay una identidad predeterminada, independiente de las circunstancias y las cosas. Respondemos a cada circunstancia siendo algo en ella, y eso que nos observamos ser es lo que creemos ser. Ser, por tanto, es hacer, es ir siendo. El yo no tiene consistencia, se compone y se recompone, se inventa una y otra vez entre la memoria y la expectativa. Y a eso tan endeble, tan voluble, atenemos todos nuestros pensamientos, referimos todas nuestras vivencias. Lo tomamos tan en serio que luchamos y sufrimos por él, tal vez en un esfuerzo desesperado por tornarlo más real, por darle la consistencia de una cosa. Pero al cosificarlo quedamos obligados a él, atrapados por él. Desde el momento en que lo contemplamos como algo acabado, no tenemos más remedio que defenderlo: protegerlo, ante todo, de su propia evanescencia... Porque lo que somos, si es que puede delimitarse, lo encontramos enmarcado en el insta...

Uno no puede trabajar tranquilo

Uno opta por una vida solitaria para entregarse a la reflexión o a la creatividad. Uno espera impaciente esos ratos en los que al fin puede dedicarse a sus fantasías. Y entonces suena el timbre, llaman por teléfono, se estropea la lavadora, caduca el carnet de identidad o hay demasiados platos acumulados en el fregadero. La vida conspira contra nuestros sueños. Nos permite concebirlos y acariciarlos, nos permite luchar por ellos, dejarlo todo preparado, y siempre tiene alguna manera de inmiscuirse para entorpecerlos. Procuramos simplificar, escabullirnos todo lo posible, pero siempre encuentra alguna grieta por donde colarse, para venir a buscarnos con su escandalera. Arrancar un rato de serenidad es una tarea terriblemente estresante. La vida tiene un gran sentido del humor, y le encantan las travesuras. Ahora mismo he tenido que levantarme porque mi gata maullaba para recriminarme que le hago poco caso. Sartre acuñó un término, feo y eficaz como él, en el que siempre pienso cu...

Mareos inquietantes

No me considero  hipocondríaco . Con las enfermedades soy más bien descuidado. Como a vecinos pesados, cuando vienen les abro la puerta con resignación, las soporto el tiempo justo y luego me olvido hasta la siguiente. Que sea descuidado no significa que la salud me sea indiferente. Sé que detrás de la enfermedad está el presentimiento de la decrepitud y, en última instancia, de la muerte, perspectiva a la que no le tengo ningún afecto. Es verdad que la muerte, como dice Comte-Sponville, acaba con la enfermedad tanto como con la salud, y por eso queremos pensar, con Jorge Manrique, que “cuando morimos, descansamos”. Pero es un descanso que preferiríamos que no se nos concediera, al menos por mucho tiempo. Uno ya va teniendo sus años, y, como dice un amigo mío, ya está en la franja en la que pueden pasar cosas (él quiere decir que son más probables). Cuando llegas a los cincuenta ya has pasado varias veces el trago de despedirte de seres queridos, y de escuchar muchas hist...

Libros y besos

A menudo he pensado con nostalgia en una vida más sencilla, más a ras de tierra, menos dispersa en el parloteo de la mente... Una vida con más hechos y menos ideas, con más experiencias y menos reflexiones. Sin duda, sería una vida mejor, y tienen suerte aquellos a los que les sale así de modo natural, sin el esfuerzo que nos cuesta a otros. Montaigne me daría la razón, a pesar de haberse encerrado en su torre durante años para pensar y escribir, alquimista paciente en busca de la piedra filosofal del buen vivir y el buen morir. Sin embargo, fueron sus últimos años. Antes de eso, aunque también leyó y escribió, lo hizo solo como añadidura de una gran presencia en el mundo. Epicúreo de vocación, educado en el respeto de sí mismo, disfrutó de los placeres, se comprometió en la política, administró sus campos y sus bodegas, viajó y contempló. Conoció la amistad eterna, abruptamente interrumpida por la enfermedad y la muerte de Étienne de la Boétie, su amigo del alma; se casó y tuvo una...