Ir al contenido principal

Gloria y pena del amor

En el amor, como en toda la familia del deseo, se insinúa gozo y se promete sufrimiento. Esa es una verdad elemental, conocida desde siempre, experimentada desde el principio, pero que tendemos a olvidar, como todo lo que no nos gusta. «Así como el amor os da gloria, así os crucifica», rezan las hermosas líneas que le dedicó Kahlil Gibran en El profeta


¿Realmente da gloria el amor? A muchos escépticos les parecerá que no, y considerarán el embeleso un desatino adolescente. Seguramente, tienen razón. El delirio amoroso sufre por su propia naturaleza desmesurada: anhela demasiado, espera demasiado, transgrede más de lo conveniente. Es una embriaguez hormonal que lo trastoca todo. Un arrobamiento iluso que no tiene nada que ver con la realidad, ni con la de la persona que tenemos delante ni con la nuestra, como exhibe bruscamente el mundo cuando nos quitan la venda de los ojos. Se puede aceptar que haya que pasar por él, como se pasa por el acné y por un resfriado, pero solo para superarlo, a ser posible para siempre. En cualquier caso, parece poco maduro que nos hechice de mayores. 
¿Entonces? Entonces, hay que preferir un amor más juicioso, que no nos prive de la lucidez, que no se encarame al Parnaso poético y mantenga los pies bien firmes sobre la tierra. Ese sería el amor sensato: el que no idealiza, el que se atiene a la grandeza y la miseria del amado. ¿Puede discutirse la razón de esto? Y, sin embargo, ¿acaso nos importa la razón, cuando nos invade la pasión? Y, ¿no echamos de menos la pasión, esa desnudez arrebatada que se abalanza sobre el mundo en carne viva, cuando no la tenemos? ¿No necesitaremos, de vez en cuando, que la pasión nos sacuda el polvo de la tierra para sacarnos brillo? El cuarentón que entra en crisis y se enamora de la joven, ¿no está reclamando otra oportunidad para la vida suculenta, intensa, arrebatada, antes de que le robe el ímpetu el declive de la edad? La esposa infiel, ¿no está pidiendo aire y luz para un mundo que la aplasta en el hastío? ¿No forma parte de lo humano desatinar, ponerlo todo patas arriba de vez en cuando? ¿Cómo reprocharle a nadie que sienta que se le ha llamado para volver a la conquista y la aventura y las anchuras del mundo, aunque estén llenas de abismos y pantanos? 

Que cada cual escoja lo suyo, incluido por dónde perderse. De un modo u otro, hay que sufrir. Góngora, harto de padecer, le pedía al amor tirano que le dejara el paz; pero dudamos que consintiera en borrar los años de «labrador de amor» de los que con tanta exquisitez se queja. El que merece de veras nuestra pena es aquel cuyas lesiones no le permitieron saborear las mieles al menos una vez, sufrir ese dulce dolor, desatinar con esa divina locura. Los hay. 
Porque para enamorarse hace falta un espíritu abierto y entregado, un corazón valiente dispuesto a sufrir sin que lo abrume el temor de que el dolor lo rompa. Para enamorarse hay que estar dispuesto a creer, a soñar, a volverse un poco loco. Para enamorarse, uno tiene que seguir esperando algo, en los dos sentidos, en el de la espera y en el de la esperanza. Tiene que creer soportable el peligro de querer y posible el milagro de que nos quieran; ¿o peligro y milagro van al revés? 

Pues bien: hay quien salió al mundo demasiado tundido para entregarse, demasiado escaldado para no recelar de que alguien se le entregue. Hay quien arrastra demasiado rencor, quien acaparó tanto dolor que no se ve capaz de soportar un poco más. Hay quien fue traicionado y aprendió a desconfiar, quien fue decepcionado y juró no dar ya crédito a ninguna promesa. Hay quien no se puede enamorar, y esa es su pena.

Comentarios

  1. Este es un tema que, como no lo entiendo, procuro no darle vueltas.
    Total, si resulta que no depende de mi.
    Marty McFly en esa maravilla que se llama "Regreso al futuro", en la tercera parte, cuando Doc descubre que en teoría se enamorará de Clara cuando la conozca, él, que es científico, niega esa posibilidad. Y Marty le dice: "Doc, cuando conoces a tu chica, recibes una descarga, sin saber por qué". Milagros de la naturaleza. No todo puede explicarlo la ciencia, diría yo.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Por suerte! Hay que dejar algo para la poesía y el misterio... Y para que los que no tenemos nada que hacer le demos vueltas, jejeje.

      Eliminar
  2. Sí, jejeje...además, lo misterioso, lo mágico, está bien que sea un poco inexplicable. A mí me motiva.

    ResponderEliminar

Publicar un comentario

Entradas populares de este blog

Zona de luz apenas

Por lo general, los días se arman solos con sus trabajos, sus penas y sus pequeñas alegrías. El momento del deber y la levedad del ocio, el trago amargo del error y el dulce elixir del triunfo. La vida pública, con su teatro, y el recogimiento íntimo, con sus perplejidades. El esfuerzo y el descanso. Casi todo ritualizado, o sea, trabado en una secuencia reglamentaria y alquímica. «Los ritos son al tiempo lo que la casa es al espacio», decía Saint-Exupéry, sondeador de sutilezas ocultas.  Las jornadas se suceden parejas, rutinarias, familiares, pero a la vez trepidantes del estremecimiento de lo vivo. Monótonamente fértiles, «escasas a propósito», decía Gil de Biedma en su poema Lunes : tan llenas de lo que nos falta, tan densas en su gravidez. «Quizá tienen razón los días laborables», se pregunta el poeta: la razón de no volar demasiado alto, de permanecer a ras de tierra, cerca de la materia compacta y humilde. Los lunes mucha gente está triste, pero pocos se vuelven locos. ...

Anímate

Anímate, se le repite al triste con la mejor voluntad. Anímate: como si la sola palabra poseyera ese poder performativo, fundador, casi mágico de modelar el mundo por el mero hecho de ser pronunciada. Como si la intención de algún modo tuviese que ser capaz de poner las fuerzas que faltan. Pero el triste no puede animarse... porque está triste. Suspira con Woody Allen: ¡Qué feliz sería si fuera feliz! Sin embargo, es verdad que la palabra tiene poder; pero no tanto por lo que dice como por lo que sugiere. Las emociones son un movimiento (e-moción) que escapa a la voluntad. Pertenecen a ese inmenso ámbito de lo inconsciente y lo automático, donde el Yo no alcanza y parece que no seamos nosotros. Su cariz misterioso justifica que desde antiguo se hayan considerado territorio de almas y de dioses (o demonios). Los médicos de las emociones eran los mismos que trataban con los espíritus y oficiaban la magia: los chamanes parecían los únicos capaces de llegar al corazón, de hacer pactos con...

Conceptos y símbolos

La filosofía es la obstinación del pensamiento frente a la opacidad del mundo. En el ejercicio de su tarea, provee a nuestra razón de artefactos, es decir, de nodos que articulan, compendiados, ciertos perímetros semánticos, dispositivos que nos permiten manejar estructuras de significado.  Cuando Platón nos propone el concepto de Forma o Idea, está condensando en él toda una manera de entender la realidad, es decir, toda una tesis metafísica, para que podamos aplicarla en conjunto en nuestra propia observación. Así, al usar el término estaremos movilizando en él, de una vez, una armazón entera de sentidos, lo cual nos simplifica el pensamiento y su expresión por medio del lenguaje. Al cuestionarme sobre lo existente, pensar en la Forma del Bien implicará analizar la posibilidad de que exista un Bien supremo, acabado, abstracto, y según el griego único real, frente a la multiplicidad de versiones del bien que puedo encontrar en el ámbito de las apariencias perceptuales.  De h...

Presencia

Aunque se haya convertido en un tópico, tienen razón los que insisten en que el secreto de la serenidad es permanecer aquí y ahora. Y no tanto por eso que suele alegarse de que el pasado y el futuro son entelequias, y que solo existe el presente: tal consideración no es del todo cierta. El pasado revive en nosotros en la historia que nos ha hecho ser lo que somos; y el futuro es la diana hacia la que se proyecta esa historia que aún no ha acabado. No vivimos en un presente puro (ese sí que no existe: intentad encontrarlo, siempre se os escabullirá), sino en una especie de enclave que se difumina hacia atrás y hacia adelante. Esa turbia continuidad es lo que llamamos presente, y no hay manera de salir de ahí.  El pasado y el futuro, pues, son ámbitos significativos y cumplen bien su función, siempre que no se alejen demasiado. Se convierten en equívocos cuando abandonan el instante, cuando se despegan de él y pretenden adquirir entidad propia. Entonces compiten con el presente, lo a...

Tristeza e ira

La tristeza es el desconcierto ante una vida que no responde. Es hija de la frustración. Pero entonces, ¿por qué se asocia más bien la frustración con la rabia que con la tristeza? ¿Será la tristeza una modalidad de la rabia, o al revés? ¿O se tratará de dos posibles reacciones para un vuelco del ánimo? Ante una contrariedad, la ira amagaría un movimiento compensatorio; la tristeza, en cambio, podría encarnar la inmovilidad perpleja.   Se adivina una familiaridad entre ambas. Spinoza la perfiló con perspicacia. «La tristeza es el paso del hombre de una mayor a una menor perfección», entendiendo por perfección la potencialidad o conatus que nos impulsa. Frente al impacto de una fuerza contraria, el melancólico se repliega en su puerto sombrío, pasmado, lamiéndose sus heridas, incubando la constatación de su miseria. La tristeza arrincona, hunde, disminuye, y esto sucede cuando una fuerza exterior nos supera y nos afecta, quebrantando nuestra propia fuerza. El depresivo es un derrot...