En el amor, como en toda la familia del deseo, se insinúa gozo y se promete sufrimiento. Esa es una verdad elemental, conocida desde siempre, experimentada desde el principio, pero que tendemos a olvidar, como todo lo que no nos gusta. «Así como el amor os da gloria, así os crucifica», rezan las hermosas líneas que le dedicó Kahlil Gibran en El profeta . ¿Realmente da gloria el amor? A muchos escépticos les parecerá que no, y considerarán el embeleso un desatino adolescente. Seguramente, tienen razón. El delirio amoroso sufre por su propia naturaleza desmesurada: anhela demasiado, espera demasiado, transgrede más de lo conveniente. Es una embriaguez hormonal que lo trastoca todo. Un arrobamiento iluso que no tiene nada que ver con la realidad, ni con la de la persona que tenemos delante ni con la nuestra, como exhibe bruscamente el mundo cuando nos quitan la venda de los ojos. Se puede aceptar que haya que pasar por él, como se pasa por el acné y por un resfriado, pero solo para...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida