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Mostrando entradas de diciembre, 2023

Gloria y pena del amor

En el amor, como en toda la familia del deseo, se insinúa gozo y se promete sufrimiento. Esa es una verdad elemental, conocida desde siempre, experimentada desde el principio, pero que tendemos a olvidar, como todo lo que no nos gusta. «Así como el amor os da gloria, así os crucifica», rezan las hermosas líneas que le dedicó Kahlil Gibran en El profeta .  ¿Realmente da gloria el amor? A muchos escépticos les parecerá que no, y considerarán el embeleso un desatino adolescente. Seguramente, tienen razón. El delirio amoroso sufre por su propia naturaleza desmesurada: anhela demasiado, espera demasiado, transgrede más de lo conveniente. Es una embriaguez hormonal que lo trastoca todo. Un arrobamiento iluso que no tiene nada que ver con la realidad, ni con la de la persona que tenemos delante ni con la nuestra, como exhibe bruscamente el mundo cuando nos quitan la venda de los ojos. Se puede aceptar que haya que pasar por él, como se pasa por el acné y por un resfriado, pero solo para sup

Paul y Laura

Estoy dispuesto a incorporar a Paul y Laura, de la serie de televisión En terapia (HBO), como una pareja clásica dentro de mi imaginario, una pareja de mitología personal, de encantamiento íntimo, como Richard y Kahlan de La leyenda del mensajero , Jesse y Céline de Antes del amanecer , Andrés Hurtado y Lulú en El árbol de la ciencia , Calisto y Melibea de La Celestina …  Los ejemplos que he citado no son parejas al uso, o al menos no me importan por su carácter arquetípico o por su fama. Me interesan porque cada una de ellas me cuenta algo de mis deseos, mis temores y mis carencias. O sea, de mí, de mis amores soñados o fallidos: en el tema de la pareja, me asumo deliberadamente subjetivo, según mi gusto y disgusto. Al menos hoy y aquí. Y si eso resulta narcisista, pues qué le vamos a hacer, también de sí mismo vive el hombre.  Los que hoy me han inspirado, ya lo revela el título, son Paul y Laura. Me encanta evocarlos así, juntos, aunque no sean propiamente una pareja, sino solo un

Sombras

Una de las imágenes más acertadas de la poética psicología junguiana es la de la sombra. La sombra es todo aquello que rechazamos en nosotros, más o menos conscientemente, y que nos mortifica mientras no sabemos afrontarlo e integrarlo.  La sombra, según el psicoanalista suizo, nos persigue porque es una verdad que necesita ser reconocida. A la parte de nosotros que aspira a la luz y a la grandeza le da miedo mirar a la cara a esas miserias, a esos monstruos de los que anhelaría deshacerse con una simple negación. Pero la negación no suprime la verdad, solo nos la escatima, y casi siempre en nuestro menoscabo. No en vano, son facetas tan nuestras como cualquier otra, en las que, por debajo de la oscuridad, alientan oportunidades y riquezas por explorar.  No existe sabiduría sin enfrentamiento contra esas partes de nosotros que consideramos oscuras, defectuosas, terribles. Solo afrontando la sombra e integrándola podemos conseguir unificar nuestro ser y alcanzar la paz. Esta es una an

Enemigos y cómplices

La vida es lucha. La vida humana lo es doblemente. La mayoría ya no competimos con depredadores, pero seguimos peleando por sobrevivir a los minúsculos, imbatibles gérmenes. De todos modos, la lucha propiamente humana es la que nos enfrenta a otros humanos. A veces, en el horror caótico de la guerra. Siempre, en el arduo ruedo de la convivencia.  Freud, Nietzsche, Simmel, Sartre, nos despertaron del largo aturdimiento del cristianismo y nos lo dijeron con claridad: el mismo impulso irresistible que nos aproxima unos a otros nos empuja a competir unos con otros. Desde el momento en que el prójimo resulta imprescindible, se convierte en un enemigo al que hay que conquistar o neutralizar. Nuestras relaciones están tejidas tanto con la fuerza del pulso como con la de la cooperación. Depende de la persona, del rol, del suceso, de la necesidad, que el encuentro con los demás se manifieste de uno u otro modo.  Uno de los aspectos más interesantes de la interacción humana es precisamente esa

Hijos de la vida

Pocas cosas en la vida nos despiertan tantas expectativas y nos causan tantos requiebros como los hijos. Queremos que nuestros hijos disfruten lo que se nos negó y sean lo que no hemos sido. «Yo no tuve…, pero a mi hijo no le faltará…» «Yo no pude evitar que…, pero no permitiré que mi hijo…» ¿No sobra tanto yo ? Lo que habla ahí son nuestras ganas de desquitarnos de viejas batallas que en su momento —por impotencia, por desesperación, por comodidad— perdimos.  ¡Qué asfixiante presión sobre los vástagos! Ellos serán los encargados de realizar aquello que nosotros no pudimos, no supimos o, en definitiva, no quisimos. Ellos prolongarán nuestro destino y le sacarán el brillo que no alcanzó nuestra mediocridad. Ellos reescribirán el desenlace de nuestra vida, para otorgarle la redención de todas sus amarguras y llenar todos sus vacíos. Nuestros hijos no tendrán permiso para refugiarse tras nuestras excusas; expresándolo con la terminología de Sartre, a ellos no les estará permitida nuestr