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Mostrando entradas de octubre, 2021

Datos

En mi infancia y parte de mi juventud, los datos (la capital de Nosedónde, el año de nacimiento de Nosequién, la lista de los reyes godos o la tabla periódica de los elementos) constituían una especie de extraña riqueza que era atesorada por los memoriosos y esgrimida por los petulantes.

Dimensiones de la interacción

El interaccionismo simbólico, y en particular la propuesta dramatúrgica de Erving Goffman, constituyen unos enfoques apasionantes para analizar las relaciones humanas, repletos de sugestiones para los que, como yo, intentan descifrarlas a través de la mera observación y la intuición aplicadas a las propias vivencias, o sea, desde un punto de vista fenomenológico, tal vez no demasiado riguroso, pero eficaz.

Mala fe

Conmueve la nitidez con que los niños muestran lo primitivo de nuestra condición. En ellos distinguimos sin disfraz nuestras tendencias más elementales. Los niños, que aún no han aprendido a disimular, nos enseñan hasta qué punto lo hacemos los adultos continuamente. Su transparencia nos sirve de lente para enfocar nuestra difuminada verdad. Hay que mirarlos con atención para aprender sobre nosotros mismos.

Sujeto y multitud

Las multitudes nos abruman porque son un ámbito en el que la identidad se achica frente a la avalancha de la otredad, o sea, de lo extraño. Lo que desconocemos y nos desconoce; lo que nos enfrenta a sentidos indescifrables.

Colas

Existen, lo ha señalado alguien con acierto, “no-lugares” en los que estamos, pero ausentes; y “no-tiempos” en los que respiramos, pero no vivimos. Territorios con los que no dialogamos, por los que nos limitamos a pasar sin que nos hagan mella, meros decorados de un tránsito o espacios de travesía cuya experiencia tiene algo de irrealidad. Lapsos en los que el presente se adelgaza hasta constituir una simple linde entre pasado y futuro. Allí la existencia se difumina, el ser se reduce a permanecer, el estar se reduce a esperar.