Si, como Erving Goffman describió perspicazmente, nuestra vida social se desarrolla igual que un teatro, la cortesía vendría a equivaler a los detalles que hay que cuidar para que la actuación pueda ejecutarse, para que discurra correctamente, para que se entienda; es decir: todos los protocolos técnicos, las complicidades entre actores y las convenciones que median ante el público para que la obra llegue y conmueva. Pongamos algunos ejemplos: los actores tienen que hablar siguiendo un orden preciso, recitando con claridad y buen volumen; tienen que apoyarse unos a otros, de modo que cada desempeño refuerce el complementario; y, en caso de incurrir en errores, tienen que saber improvisar para hacerlos encajar en el conjunto, o al menos para disimularlos… El arte del actor no consiste en reseguir maquinalmente el libreto del autor, sino más bien en recrearlo, darle forma de realidad creíble. Hace falta una buena dicción y una precisión de gestos, hay que moverse sin tropiezos por el...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida