Ir al contenido principal

Propósito, metas


No hay viento favorable para el que no sabe dónde va. Séneca

Quien tiene un porqué para vivir, encontrará casi siempre un cómo. Nietzsche

Lo que el hombre realmente necesita no es vivir sin tensiones, sino esforzarse y luchar por una meta que le merezca la pena... Este sentido es único y específico en cuanto es uno mismo y uno solo quien tiene que encontrarlo... El hombre está dispuesto y preparado para soportar cualquier sufrimiento siempre y cuando pueda encontrarle un significado. Viktor Frankl

Antes de que ustedes vivan, la vida no es nada; les corresponde a ustedes darle un sentido. Sartre.

¿A dónde vamos ahora? La respuesta es: a ningún sitio. Quedémonos resueltamente donde estamos, viendo y siendo el que es la misma obviedad, y asumiendo las consecuencias. Todo irá bien. Douglas E. Harding.

Al sentir que no era menester buscar el fin de la vida, enseguida me he consolado de mi poca aptitud para conducirme hábilmente en este mundo. Rousseau.

Piérdase el alma que no tiene meta establecida; pues como dicen, estar en todo es no estar en nada. Montaigne.

Creo que, a pesar de su aparente absurdo, la vida tiene sentido; y aunque reconozco que este sentido último de la vida no lo puedo captar con la razón, estoy dispuesto a seguirlo aun cuando signifique sacrificarme a mí mismo. Su voz la oigo en mi interior siempre que estoy realmente vivo y despierto. Hermann Hesse.

No encontrarás médico ni ayuda, no hallarás futuro ni impulso nuevo más que en ti mismo, en tu pobre alma maltratada e indestructible. H. Hesse.

[Los árboles] persiguen con toda la fuerza de su existencia una sola cosa: cumplir su propia ley, que reside en ellos, desarrollar su propia forma, representarse a sí mismos. H. Hesse.

Busquemos algo bueno, no en apariencia, sino sólido y duradero, y más hermoso por sus partes más escondidas; descubrámoslo. No está lejos: se encontrará; sólo hace falta saber hacia dónde extender la mano; mas pasamos, como en tinieblas, al lado de las cosas, tropezando con las mismas que deseamos. Séneca.

El sumo bien es la firmeza y previsión y agudeza y cordura y libertad y armonía y compostura de un alma inquebrantable. Séneca.

Debemos encontrar una causa en la que creer; de lo contrario, nos pasaremos el resto de la vida tratando de resarcirnos de su falta. Alex Powell.

El propósito fundamental de nuestra vida es buscar la felicidad. Dalai Lama.

Lo único que hemos hecho, en todo lo que hemos conseguido, ha sido liberarnos de un deseo, y no nos encontramos mejor que antes de tenerlo. Schopenhauer.

Así saco de lo absurdo tres consecuencias, que son mi rebelión, mi libertad y mi pasión. Camus.

Sísifo, proletario de los dioses, impotente y rebelde, conoce toda la magnitud de su miserable condición: en ella piensa durante su descenso. La clarividencia que debía constituir su tormento consuma al mismo tiempo su victoria. No hay destino que no se venza con el desprecio... El esfuerzo mismo por llegar a las cimas basta para llenar un corazón de hombre. Hay que imaginarse a Sísifo dichoso. Camus.

Imagina lo que sería si pudiéramos ver toda la vida como una romería o como un esfuerzo santo. Robert Johnson.

Su vida, entrando hasta su hora más indiferente y pequeña, debe ser un signo y un testimonio de ese impulso. Rilke.

Todo aquel tiempo habíase esforzado, sin él mismo saberlo, por llegar a ser un hombre como los demás, como esos niños grandes, sin otro resultado que un mayor empobrecimiento de su propia vida... ¿Acaso no era él un samana, un hombre sin hogar, un peregrino? H. Hesse.

Lo único que quiero es servir, dentro de mis posibilidades, al espíritu tal como yo lo entiendo. H. Hesse.

En lugar de estrechar tu mundo, de simplificar tu alma, tendrás que acoger cada vez más mundo, tendrás que acoger a la postre el mundo entero en tu alma dolorosamente ensanchada, para llegar acaso algún día al fin, al descanso...: haber ensanchado tanto el alma que pueda volver a comprender nuevamente al Todo. H. Hesse.

Yo era un proyecto de la naturaleza, un proyecto hacia lo desconocido, quizá hacia lo nuevo, quizá hacia la nada; y mi misión, mi única misión, era dejar realizarse ese proyecto que brotaba de las profundidades, sentir en mí su voluntad e identificarme con él por completo. H. Hesse.

Que viviera entregado tan por completo a la fuerza de la naturaleza en él activa que el destino incierto le encontrara preparado para todo, trajera lo que trajera. H. Hesse.

En la vida hay dos tragedias. Una es el no cumplimiento de un deseo íntimo; la otra es su cumplimiento. G. B. Shaw.

El sentido de la vida no reside en la búsqueda del propio poder o progreso sino en el servicio de algo que es más importante que uno mismo... Trasladar el centro del universo del yo al sí mismo. Robert Johnson.

Si permites que la necesidad de hacer esas cosas cree resentimiento y mal humor, no hay duda de que te apartarán de tu meta principal, mientras que, si las aprovechas como oportunidades para practicar la paciencia y la tolerancia, las pones en línea con tu propósito central. Leonard Bullen.

La avaricia egoísta, el resentimiento y la vanidad son, con frecuencia, la base de actividades que en apariencia resultan más nobles y con motivos menos egoístas... El reconocimiento de tus verdaderos móviles es una parte esencial del autoconocimiento. Leonard Bullen.

Comentarios

Entradas populares de este blog

Destacar

Todos anhelamos ser vistos, ocupar un sitio entre los otros. Procuramos ganar esa visibilidad mediante múltiples apaños: desde el acicalamiento que realza una imagen atractiva hasta hacer gala de pericia o de saber. Claro que la aspiración a no quedarse atrás tensa las costuras del lienzo social, y a veces cuesta el precio de una abierta competencia. Hay quien no se conforma con un hueco entre el montón y pretende ser más visto que los otros. Hay una satisfacción profunda en ese reconocimiento que nos eleva por encima de la multitud, una ilusión de calidad superior que apuntala la autoestima y complace el narcisismo. Sin embargo, nuestros sentimientos ante el hecho de destacar son ambiguos, y con razón: sabemos que elevar el prestigio sobre la medianía suele comportar un precio en esfuerzo y conflicto.  La masa presiona a la uniformidad, y suele sancionar tanto al que se escurre por debajo como al que despunta por encima. Desde el punto de vista de la estabilidad de la tribu, tien...

La tensión moral

La moral, el esfuerzo por distinguir lo adecuado de lo infame, no es un asunto cómodo. Y no lo es, en primer término, porque nos interpela y nos implica directamente. Afirmar que algo es bueno conlleva el compromiso de defenderlo; del mismo modo que no se puede señalar el mal sin pelear luego contra él. Como decía Camus, «para un hombre que no hace trampas lo que cree verdadero debe regir su acción». Debido a ello, la moral se experimenta, irremediablemente, en forma de tensión. Es pura cuestión de dialéctica: desde el momento en que se elige algo y se rechaza otra cosa, lo elegido se enfrenta a la resistencia del mundo, y lo rechazado se le opone en forma de insistencia. No es nada personal: lo que queremos se nos resiste simplemente porque lo perseguimos, y basta con pretender descartar algo para que nos lo encontremos por todas partes, vale decir, para que nos persiga.  Al elegir, lo primero que estamos haciendo es implantar en la vida una dimensión de dificultad, «que empieza ...

Observar y estar

Hacemos demasiado, hablamos demasiado. Con tanto ruido espantamos a la lucidez, que es ante todo silencio. Un silencio expectante, cargado de presencia. Un silencio abierto al rumor de los oleajes de la existencia, rompiendo en nuestras orillas. «Si las ejecutamos conscientemente, todas nuestras acciones son poesías o cuadros», dice Thich Nhat Hanh. La vida pasa ante nuestros ojos y no la vemos porque estamos buscándola. Pedir nos condena a la carencia: el que tiene no pide. No hay más mundo que el que se extiende justamente aquí, delante de tus ojos. Como nos recuerda Marco Aurelio: «Recuerda que sólo se vive el presente, este instante fugaz... Pequeño es el rincón donde se vive.»  Estamos ansiosos por saber, pero quien sabe observar tal vez no precise pensar tanto. Los orientales lo aseveran desde tiempos inmemoriales, y han hecho de ello una propuesta de vida y una divisa de redención: toda la sabiduría necesaria se resume en permanecer atento. Descender de las calimas de la me...

Menos lobos

Quizá resulte que, después de todo, Hobbes se pasó de desconfiado, y no somos, ni todos ni siempre, tan malas bestias como nos concibió en su pesadilla. Tampoco vamos a caer con Rousseau en la fantasía contraria, y soñarnos buenos por naturaleza, pero basta echar un vistazo a nuestros rebaños para comprobar lo dóciles y manejables que llegamos a ser mientras nos saben llevar. A veces nos sacamos los dientes unos a otros, pero rara vez llega la sangre al río, y aún más raramente conspiramos contra la imposición de la costumbre, por injusta que nos parezca. Es lo que sacaba de quicio a Nietzsche: predominamos los temerosos y los conformistas, y a menudo hasta proclamamos «¡Vivan las cadenas!», mientras, agradecidos, apuramos nuestro plato de sopa. ¿No exageraba el inglés al dictar que se nos amarre con rigor para evitar que nos desgarremos mutuamente?  Marx ya apuntó que la lucha más enconada no es entre individuos, sino entre clases sociales, y tal vez aún más en el pulso de los po...

Pecados

La tradición católica se afanó, al menos en mi generación, abonando en nuestras mentes infantiles el espectro del pecado. Cuando uno era, como lo era yo, más bien escrupuloso con el ascendente de la autoridad, y se tomaba a pecho el cumplimiento de las normas para ganar el estatus de «bueno» (o, al menos, no ser tachado con el de «malo»), el riesgo de incurrir en el pecado se convertía en fuente de un sufrimiento obsesivo. En definitiva, y puesto que el pecado abarcaba casi todo lo que podía evocar algún placer, la culpabilidad era un destino casi seguro, y, unido a ella, el merecimiento de castigo. Yo estaba convencido de ambas cosas, y tenía asumido que ni mi sumisión ni las penitencias a las que a veces me sometía servirían para librarme de la terrorífica condena. Y, sin embargo, debo reconocer, ahora que puedo hacerlo sin sentirme amenazado, que nunca entendí cabalmente la casuística del pecado. ¿Por qué es malo lo que no se puede evitar, lo que tira de nosotros desde dentro con t...