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Mostrando entradas de septiembre, 2025

Cinismos

El cinismo es una estocada sin sangre, lanzada de refilón y con bastante mala leche. Una finta tan diestra como traicionera, tan sofisticada como mezquina. Raudal brioso pero turbio, arrogancia brillante pero cruel, suficiencia a veces justificada pero casi siempre injusta. El cinismo no puede merecer elogios: su cometido es hacer daño, pellizcar donde duele, pinchar donde escuece. No pretende hacer de la vida un lugar mejor, y a menudo, en cambio, la descompone. Pero nada de eso lo condenaría definitivamente ―a fin de cuentas, la vida es colisión y lucha, y las relaciones están hechas tanto de saña como de afecto― si no fuera porque se basa en la humillación, porque falta al respeto y corroe la dignidad.  No hay en su aparato la menor grandeza. Es ladino, miserable, traicionero. Aparenta valor por su descaro, pero a menudo la desvergüenza le sirve de coartada para nadar y guardar la ropa. Puede sugerir finura solo porque es avieso y ataca sin ruido, como las serpientes, pero su es...

Haber nacido

¿Hay que alegrarse de haber nacido? Depende de cuándo nos lo pregunten. Todos hemos pasado por vicisitudes en las que la muerte se nos antojó una liberación. Aun así, seguimos vivos, y eso, que no demuestra nada con respecto al valor de la vida, sí dice mucho de cómo nos aferramos a ella. Lo dijo Spinoza y lo confirma la biología: «Cada cosa se esfuerza, cuanto está a su alcance, por perseverar en su ser». El propio suicidio no es un rechazo de la vida, sino una rebeldía o una desesperación en el marco de unas circunstancias concretas. Pero perseverar no es alegrarse; se puede hacer desde la resignación y desde la amargura; se puede hacer sin querer (porque lo quiere esa parte de nosotros que no controlamos). El sufrimiento es un poderoso argumento contra el valor de la vida, y Schopenhauer se mostraba pesimista al respecto. Para él, la inevitable tendencia humana a desear nos aboca a una permanente insatisfacción. «Solo cuando preocupaciones y deseos enmudecen surge el soplo de libert...

Vivir cien años

¿Quién no querría vivir cien años? Por lo menos. Bueno, yo apostillaría aquello de que más vale calidad que cantidad, pero no me engaño: seguro que, cuando llegue el momento, regatearé un minuto más. La verdad es que no tengo prisa para palmarla. Es bonito ver salir el sol, incluso con dolor de muelas. Estamos hechos para vivir, y lo más feo de la muerte es que luego no te dejen volver. No sé qué optimista ha publicado un libro para prometer a sus lectores que, de aquí a nada, todos viviremos cien años. Basta con que (siguiendo sus infalibles consejos) nos cuidemos un poco, y que no dejemos de ser, por supuesto, muy positivos; los avances de la medicina harán el resto. Bienvenida sea la noticia, ya digo, no será por falta de ganas. Qué pena que uno, con la edad, se haya vuelto más bien escéptico, y poco propenso a dejarse seducir por entradas gratuitas al País de las maravillas.  Todo el mundo cien años… ¡Menudo problema para la Seguridad Social! Si el capitalismo ha llegado a un p...

Implicaciones de pedir perdón

Por experiencia comprobamos que la mayoría de las personas están poco predispuestas a pedir perdón, y que eluden el mal trago siempre que pueden. ¿Aciertan en esa resistencia, o tal vez estén cometiendo un error que les empobrece? Pedir perdón es un gesto prosocial que tiene muchas implicaciones. Estas lo convierten en una tesitura difícil y compleja, y exigen un trabajo más arduo de lo que a menudo estamos preparados o dispuestos a afrontar.  Para empezar, disculparse requiere el desarrollo de habilidades y actitudes muy avanzadas, que desafían a nuestro sustrato primitivo. Este suele tender a los extremos: escorando hacia la desmesura en los propensos a la sumisión y a la culpa, y quedándose corto en los inclinados al egotismo, la arrogancia o la agresividad. La inseguridad, la impulsividad o la falta de empatía pueden entretejerse en la textura personal en ambos casos.  La disculpa insinúa un cuestionamiento de la autoestima y una erosión del estatus; en ambas circunstancia...