La belleza es la armonía revuelta por lo inesperado. Es el apacible paisaje de la gracia rasgado por un súbito relámpago. La vieja hipótesis de Oparin especulaba así sobre el origen de la vida. En algunas charcas se habrían concentrado materiales orgánicos. Ese légamo original dormiría durante eones su silencio yermo, hasta que un día sería sacudido por feroces rayos. También el doctor Frankenstein, en la imaginación de Mary Shelley, emularía con su monstruo esa estampa de la creación. No hay vida sin violencia, sin cataclismo. La armonía se ofrece con pasividad feliz. Concierto de formas, colores, palabras o conceptos, cadencias o sucesos. Armonía: un grávido equilibrio de conjunto, una gestalt que se nos aparece conclusa y bien trabada. Orden y nitidez de la percepción, o sea, espejo de la inteligencia. Pero la armonía por sí sola es inerte, anodina. Yace con la mustia completitud de las naturalezas muertas. Es una belleza melosa e infecunda. Incapaz de engendrar s...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida