Se diría que el animal humano es más bien receloso, y sin duda tiene buenas razones para ello. Las abuelas no se cansaban de recordarnos que no nos fiáramos de nadie, y la sabiduría popular nos insiste en la precaución y nos previene contra la ingenuidad despreocupada. Sin embargo, no solemos ser conscientes de hasta qué grado toda nuestra convivencia social está edificada sobre la confianza, más que sobre lo contrario. Sin confianza resultaría imposible mantenernos unos cerca de otros, colaborar o compartir unas pautas de vida en común (algunas de ellas explícitas, pero sobre todo implícitas). El conductor circula por la derecha esperando que el que viene en sentido contrario haga lo mismo; el comprador confía en que no será estafado; el amigo o el amante se apoya en la lealtad del otro. En un ámbito más amplio, la propia democracia se sustenta en la expectativa de honradez que, aun con reticencia, se otorga a unos candidatos. Se podría considerar que la confianza es el lubricante f
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida