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Mostrando entradas de junio, 2025

Complejidad y cautela

Las cosas parecen simples solo cuando se miran desde fuera, con la suficiente distancia para que nos pasen desapercibidos sus detalles. Por eso, las causas suelen ser más complejas que su manifestación. Cuando juzgamos a alguien extravagante nos estamos limitando a clasificarlo en una categoría, sin contar con que los conceptos forman parte de nuestro modo de simplificar la complejidad dinámica del universo; tras esa etiqueta encubrimos la minuciosidad de una historia, con sus múltiples sucesos, sus placeres y sus sufrimientos, sus luchas y sus derrotas, sus motivos para lo que nos parece desatino. Si queremos hacer algo más que juzgar, si queremos comprender y apoyar, no tendremos más remedio que hilar más fino, y acercarnos a la persona como algo vivo, dinámico e inabarcable, es decir, aproximarnos con una prudencia y una apertura infinitas. Ya que no podemos evitar las ideas preconcebidas, manejémoslas al menos con la misma precaución que tendríamos con una sustancia inflamable, com...

De creencias y descreimientos

Las convicciones y las creencias rigen nuestra vida, y vivencias tan asombrosas como el enamoramiento o la fe religiosa pueden marcar la frontera entre la felicidad o la desgracia. Dediquémosles algunas reflexiones. En el enamoramiento, como en la fe o en cualquier otra devoción, el momento decisivo es la entrega , el pasaje de adhesión a pesar de la ambigüedad, la incertidumbre e incluso los impedimentos (o quizá precisamente como reacción a todo ello). La convicción de una creencia no se basa en las pruebas ni en los razonamientos, sino en una afirmación directa, una toma de partido ciega y concluyente, a partir de los afectos placenteros que inspira una inclinación emocional. Es el triunfo irracional y ferviente de lo afirmativo, el empeño gratamente obstinado en dar forma al material fangoso y escurridizo de la realidad.  El creyente (el enamorado es un creyente) enfoca su voluntad y la vierte en una decisión, trocada en convicción por la misma fuerza de su entrega. Aquí cobra ...

El arte de la enmienda

A la hora de hacernos una imagen de los demás (y también de nosotros mismos, aunque ese es otro problema), solemos traducir en definiciones categoriales lo que en un principio son meras sensaciones, decantamientos hacia un lado de la balanza en la que oscilan los platillos de lo atractivo y lo repulsivo. Sucede, sin ir más lejos, en la dicotomía simpático/antipático: este me cae mal, aquella me cae bien; esta idea de «caer» trasluce lo que la sensación tiene de peso o desnivel, de cabeceo a babor o estribor según golpeen las olas. Lo llamativo es que, desde el momento en que alguien «nos cae» en una dirección, todos los duendes se confabulan para confirmar esa primera impresión. Es la fuerza universal de la llamada disonancia cognitiva/afectiva, que empieza condicionando la percepción: lo que nos da la razón resultará mucho más visible y nos parecerá mucho más probable; en cambio, lo que nos contradice pasará desapercibido o será rápidamente descartado, casi siempre sin el debido rigor...