Los maestros griegos diferenciaban entre episteme , el conocimiento verdadero (y supuestamente indiscutible), y doxa , que es la opinión que cada cual sostiene acerca de las cosas, y sobre la cual versan todos los debates que en el mundo han sido. Los griegos —más en concreto, los atenienses—, pueblo comerciante e indagador, practicaban la polémica con fruición, dentro y fuera de casa, y no es extraño que fuesen ellos los que inventaran la filosofía. En el ágora, cada orador competía con los demás por atraer a discípulos y curiosos, a veces más inclinados a la charlatanería que al rigor lógico, pero en cualquier caso practicando un sofisticado estilo de sociabilidad: el poderoso vínculo de la palabra, y aun más, la complicidad que acaba uniendo a las personas que debaten apasionadamente unas ideas. Sócrates, que empezó vagando por las calles y lanzando sin miramientos sus preguntas a los inermes transeúntes, llegó a rodearse de una comitiva de devotos discípulos que acabaron por conve...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida