Solemos interpretar los actos de las personas en función de cómo nos afectan (esta sería la perspectiva egocéntrica) o bien atribuyéndoles determinadas intenciones (que pueden no estar relacionadas con nosotros). En general nos interesa más la primera panorámica que la segunda, aunque ambas nos incumben. Pero lo cierto es que ni una ni otra, aun acertando en sus conclusiones, son las estrategias más adecuadas. Y no lo son por lo siguiente. La perspectiva egocéntrica tiende a sobreestimar nuestra importancia como estímulos motivadores en el mundo mental del otro. «Los demás pierden mucho menos tiempo pensando en nosotros que el que perdemos nosotros», nos recuerda, con certera lucidez, Bertrand Russell. Muchas veces, la pregunta «¿Qué le habré hecho?» debería ser sustituida por «¿Qué estará buscando con eso?» Por lo que respecta a la atribución de intenciones, todos solemos considerarnos unos maestros en descifrar los motivos ajenos y en prever su comportamiento, cuando resulta qu...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida