No se puede releer hoy a Nietzsche sin que nos invada un tierno asombro ante su optimismo conmovedor. Se nos antoja más poeta que filósofo. Nos desconcierta una vida y una obra dedicadas a «potenciar y magnificar al extremo» las posibilidades del ser humano (véase el prólogo de Genealogía de la moral ). Como Marx y sus precedentes ilustrados, pertenecía a un tiempo en el que parecía que, al fin, después de tantos desmanes dolorosos, la lucidez y la ciencia permitirían empezar a construir un futuro cabal y fructífero para la humanidad. La tarea se perfilaba ardua pero posible: ajustar ideas, unirse codo con codo, reparar los estropicios y conquistar lo nuevo. Pero nosotros hemos perdido esa inocencia. Hemos visto fracasar las mejores intenciones, comprobando a qué cotas podemos «escalar las cimas de la miseria», en palabras del otro Marx, el que prefería la benévola acidez de la risa. En nombre de la libertad y la justicia se han cometido los desmanes más horribles. Cada avance ha cos...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida