El símil psicológico del ordenador es sugerente, y eso explica su éxito. Los sentimientos y las conductas parecen a menudo responder a programas, en lugar de a la voluntad más o menos razonada. Cada circunstancia tiene su programa. La vida cotidiana se rige por un programa estándar, que prima las obligaciones y la adaptación social. En cambio, en el programa de la intimidad predominan otras variables. Hay programas que actúan a largo plazo, toda la vida, construyéndonos o destruyéndonos lentamente. Otros son programas de emergencia, que se disparan en situaciones de sobrecarga o estrés, adueñándose dramáticamente de la personalidad y la conducta. Es en esos estados de excepción cuando se manifiestan rasgos que permanecían latentes, más o menos controlados o compensados por el programa ejecutivo . Es importante prestar atención a esas partes desconocidas, habitualmente enmascaradas o reprimidas, que, como nos hizo ver Freud, permanecen agazapadas en el inconsciente. Un ejemplo de pro
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida