El símbolo taoísta de la primavera, el que nos muestra ese libro sabio y poético que es el I Ching , es el mismo que el del trueno: yang yin yin , cerrado abierto abierto, luz o estampido sobre la tierra, que se disipa en un eco de atenuación y lejanía. Bello simbolismo de esa explosión impactante y repentina que sacude la vida para que despierte y la abre luego a su florescencia; pero también, visto de otro modo, el estremecimiento que nos atraviesa y nos resquebraja, disgregándonos, para verternos finalmente al yin puro de la derrota. Hay que tomar en serio a la primavera, el ímpetu de la vida que se anuncia en las violentas flores de almendros y cerezos. “¡Qué exigente llegó la primavera! Temo que mi enfermizo corazón se consuma en su fogata…”, cantaba María del Mar Bonet en una de sus más bellas composiciones, con una melodía de aroma medieval compuesta por Gregorio Paniagua. Una pieza que nos hace sentir esa ambivalencia del existir que aviva y a la vez consume, que nos p...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida