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Mostrando entradas de marzo, 2022

El trueno

El símbolo taoísta de la primavera, el que nos muestra ese libro sabio y poético que es el I Ching , es el mismo que el del trueno: yang yin yin , cerrado abierto abierto, luz o estampido sobre la tierra, que se disipa en un eco de atenuación y lejanía. Bello simbolismo de esa explosión impactante y repentina que sacude la vida para que despierte y la abre luego a su florescencia; pero también, visto de otro modo, el estremecimiento que nos atraviesa y nos resquebraja, disgregándonos, para verternos finalmente al yin puro de la derrota.  Hay que tomar en serio a la primavera, el ímpetu de la vida que se anuncia en las violentas flores de almendros y cerezos. “¡Qué exigente llegó la primavera! Temo que mi enfermizo corazón se consuma en su fogata…”, cantaba María del Mar Bonet en una de sus más bellas composiciones, con una melodía de aroma medieval compuesta por Gregorio Paniagua. Una pieza que nos hace sentir esa ambivalencia del existir que aviva y a la vez consume, que nos p...

Redención del incrédulo

Richard Bach decía que a veces, cuando hacía esas peligrosas acrobacias con su avión, pensaba en la posibilidad de morir, y no le daba miedo. Al contrario. Se sentía atraído por la curiosidad de descubrir qué había más allá. Es la ventaja de tener creencias mágicas sobre la existencia. Sortear el miedo le impulsaba a jugársela sin contemplación en las piruetas del aeroplano, y, además, le daba pie a escribir unas obras tan amenas como delirantes que le hicieron millonario.  Nuestra especie ha compensado el duro peso de la conciencia con la ligereza poética del mito. Dichosos los que creen, confirmaría Unamuno, porque cuentan con un refugio ante la insoportable levedad del ser. Tal vez la mayoría no estemos preparados para el brutal espectáculo de la verdad; y cada cual lo elude, o lo atenúa, a su manera. Tal vez no pueda aguantarse la vida sin un cierto grado de inconsciencia o de locura. Tal vez no todos, o no siempre, podamos enarbolar esa lucidez entusiasta de Sísifo que nos ...

Lo raro es la paz

En estos días oscuros, la guerra de Rusia y Ucrania nos tiene a todos en vilo, con los pelos de punta por los horrores que nos van contando y aún más por los que nos quedan por saber. Sobran razones para que nos conmocionen la indignación y el miedo, pero hemos de reconocer que somos bastante hipócritas y un poco ilusos. ¿Acaso no hemos vivido inmersos en una guerra permanente? ¿Qué pasa, por no alejarnos mucho en el tiempo, con catástrofes como Irak, Afganistán o Yemen? ¿Hemos olvidado ya la sangría espantosa que hizo saltar los Balcanes en mil pedazos a finales del siglo pasado? ¿Y qué pasa con África, que no cesa de arder por los cuatro costados? Como dice Vicenç Fisas, parece que hubiera guerras que hay que tomar en serio y otras que se pueden ignorar.  Despertamos del plácido sueño de la paz y resultó que la guerra, como el dinosaurio, aún estaba allí. Que no dejó de estar, solo que nosotros nos habíamos acostumbrado a ella, como a un detalle más del paisaje. Tampoco nos en...

Juntos

¿Estamos juntos por interés, o el interés consiste precisamente en estar juntos? Una conversación, trate de la socorrida meteorología o de lo que pasó en el trabajo; la acalorada discusión de bar sobre política o la reunión para diseñar una campaña publicitaria, todas ellas cumplen el cometido de retener al otro y de construir con él cierta complicidad. Mientras esperamos en la cola del supermercado, estamos compartiendo espacio y tiempo con desconocidos que, por un instante, integran junto a nosotros un pequeño sistema social. Muchas historias han fantaseado con la irrupción súbita de un elemento inesperado —un peligro, un compromiso, un obligado aislamiento— que empuja de repente a interactuar entre extraños, por el mero hecho de hallarse juntos: surgen entonces simpatías o antipatías, nacen complicidades inesperadas o bruscas aversiones, y todo eso estaba ahí, en potencia, en el previo anonimato.  “El infierno son los otros”, aseveraba Sartre, y siempre he pensado que tenía r...