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Mostrando entradas de enero, 2022

La herida original

El trauma original, la herida básica de nuestra infancia, es descubrir que lo que somos —o creemos, o queremos ser— queda siempre subyugado a lo que se nos impone. Para el principito que todos fuimos en la primera edad, ese que fantaseaba con la omnipotencia y soñaba un mundo que girara a su alrededor, el choque con una realidad limitada y limitadora, con un entorno que nos somete como una losa, debió conllevar un dolor casi insuperable. Y, en efecto, todos lo arrastramos el resto de nuestra vida, y algunos no logran reponerse de él.

Ego y autoestima

Es bien sabida la diferencia de actitud ante el ego (ese núcleo de personalidad con el que nos identificamos) entre la cultura oriental y la occidental. Joseph Campbell la describe bien: mientras en Occidente la sociedad nos anima, incluso nos conmina, a desarrollar un ego robusto y bien anclado en sí mismo, presto a hacerse valer y abrirse paso en un contexto social competitivo, Oriente rechaza el ego al entenderlo un obstáculo para la cohesión social (basada en la sumisión a la norma) y para el ideal máximo, que es la paz mental.

Vergüenza y culpa

Más o menos nos las apañamos para distinguirlas, pero se parecen tanto que a menudo no sabemos dónde acaba una y empieza la otra. Vergüenza y culpa: ¿quién no las conoce en carne propia? Algunos, es verdad, se dirían casi inmunes, hechos de una pasta en la que apenas hacen mella. A otros nos sucede lo contrario: parece que no podamos experimentar nada sin una cierta carga de una u otra, o de ambas. Somos los herederos del pecado original, marcados por una inquietud innata que nos acompaña toda la vida.

Esperando a los tártaros

Dos hombres, deambulando por un páramo, esperan a alguien que no conocen bien y que nunca llega. Entretanto, conversan sin interés sobre cualquier minucia, se aburren, se pelean, se lamentan; se preguntan por la posibilidad de suicidarse. Al contemplarlos, acomete la impresión de que, en el fondo, se trata de un hombre solo, mirándose al espejo, enfrentado a su propia soledad, entre la esperanza y la desesperación. Ya habrá quedado claro que hablo de Esperando a Godot , la clásica obra de teatro absurdo de Samuel Beckett.