No somos héroes. En algún punto de la infancia tuvimos que renunciar a la omnipotencia y admitir que nuestra madera está atravesada de fisuras. Es bueno descubrir que uno ni es el más amado, ni es el mejor amante, como cantaba Llach. Así se evitan muchos delirios y muchos desencantos.
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida