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Mostrando entradas de agosto, 2021

La tarea de la bondad

¿De dónde sale esa apasionada (y a menudo traicionada) obstinación por ser buenos? No sé si somos o no buenos por naturaleza. Hay días en que el espectáculo humano me parece que confirma a mi querido —¡y tan cuestionable!— Rousseau, y la gente parece decantárseme a su idea de bondad innata; y mañanas en las que me levanto pesimista o indignado, y me siento mucho más cerca del lúgubre —¡pero tan lúcido!— Hobbes. ¿Nacemos buenos y la sociedad nos pervierte, o somos homini lupus de forma innata y la sociedad es, por el contrario, un inmenso esfuerzo de contención y reconducción de nuestra iniquidad? Sé que esta es de esas preguntas sempiternas que toda persona seria —y todo filósofo acreditado— se ha planteado alguna vez. No tiene, por tanto, nada de original, ni aspira a desentrañar verdades nuevas. Casi todo lo que se le podía responder ya se ha propuesto. Pero, precisamente por ello, no es una cuestión cerrada, y cada cual tiene que encararla por su cuenta, y tomar partido —aunque las...

La sabiduría del inseguro

La vida es una aventura tan delirante e incierta que todos braceamos como podemos en un mar de ignorancias y de dudas. Ciertamente, unos más que otros. Hay quien va por el mundo con aplomo, convencido de ser capaz de afrontar cualquier cosa y saber lo que le conviene, y quien, a pesar de arreglárselas bastante bien, no acaba de confiar en sí mismo y suele mostrarse reticente y temeroso. Se diría que el inseguro es más realista y está más abierto a nuevas y mejores posibilidades. No en vano, el inseguro se interroga continuamente, no da nada por zanjado y cuestiona sin cesar sus convicciones. ¿Quiere decir esto que el inseguro tiene más probabilidades de acceder a la verdad, de ser consciente de cómo son realmente las cosas, de no dejarse arrastrar por los prejuicios? No necesariamente.  Hay que tener en cuenta que el inseguro suele serlo por vulnerabilidad o baja autoestima. Eso lo hace titubeante y temeroso. El inseguro siempre está alerta, no se relaja, y eso le crea un estado ...

Por la amistad

Epicuro ya nos enseñó que no hay felicidad sin amistad, hasta el punto de considerarla uno de los puntales de su comunidad filosófica. En realidad, no hizo más que recalcarnos, para que no dejemos de contemplarlo y no lo olvidemos, algo que todos sabemos desde el corazón. Todos reconocemos, espontáneamente y desde muy pequeños, la intensidad festiva y luminosa que nos procura la complicidad de un amigo, y cómo esa compañía puede sacar lo mejor de nosotros mismos y disipar las sombras que nos inquietan.  Es probable que la cima del proyecto ético sea el amor a la humanidad, eso que los griegos llamaban ágape , y que los budistas extienden a todos los seres en su doctrina de afecto universal y compasivo, la bodichita . Sin embargo, esas afecciones no dejan de resultar más bien remotas y abstractas, y dependen en buena parte de una voluntad deliberada y una elección racional. En cambio, la amistad, la philia griega, simple y mansa, surge de la simpatía espontánea, de una confluencia...

Pedagogía de la dificultad

“Eso que pasé yo, no quiero que lo pasen mis hijos”. Esta épica afirmación aparece a menudo en boca de los heroicos padres de nuestra generación. Nadie duda de que la voluntad que la inspira sea buena, pero no queda tan claro que lo sean sus consecuencias. De entrada, ya suelta un incómodo sabor de revancha, o, sin ir tan lejos, de menosprecio: nosotros, que somos más modernos y más civilizados, quizás incluso más amorosos que nuestros padres, los superaremos en nuestra tarea de paternidad. ¿De veras lo hicieron tan mal, cuando precisamente de su cuidado salieron nuestras supuestas virtudes, más avanzadas que las suyas? Pero, sobre todo, ¿realmente estamos capacitados para hacerlo mejor?  Nuestro derroche de buena voluntad contrasta con el panorama, más bien problemático, que hoy presenta la infancia. Proliferan desajustes sociales y psicológicos, y los terapeutas infantiles empiezan a no dar abasto. No digo que sea culpa de las familias, esa sería una cínica simplificación. La s...