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Mostrando entradas de abril, 2021

El gusto de ayudar

¿Por qué nos complace ayudar a los demás? ¿Por qué nos deja con esa sensación de satisfacción, de significado, de valía? Mirado objetivamente, sin juicios previos ni sentimentalismos, resulta intrigante: el altruismo es un trabajo añadido que no revierte directamente en nuestro interés, que a veces en realidad nos perjudica. Y, sin embargo, todos lo hacemos en algún momento, aunque no con todos, ni en todo, y quizá sea en esas excepciones y esos límites donde hallemos las pistas para descifrar los motivos del gusto de ayudar.  Decir que disfrutamos ayudando a los demás porque los queremos, o porque hemos elegido ser solidarios, es quedarse a medias. El amor y los principios nunca son una razón última, puesto que ellos también tienen sus causas: no amamos a todo el mundo, y nuestra solidaridad suele plantear como condición la expectativa de que sea mutua, o que al menos no cueste más de lo que da. No ayudamos porque amemos, sino que amar y ayudar van juntos, y se refuerzan mutuame...

Paseo

Me daba pereza, como de costumbre, emprender mi paseo de los domingos por la mañana, ese que eludo muchas veces con la excusa de que ya se me ha hecho tarde, o de que tengo trabajo, o de que será más agradable al atardecer… Y, como siempre, me alegro de haber acabado por decidirme. Es una breve ruta de hora escasa entre ida y vuelta, que remonta suavemente las afueras del pueblo buscando la montaña. Por el sendero hormiguean más transeúntes, gente muy deportiva y familiar. Yo voy hasta donde se acaba la subida, y aparece un banquito solitario, flanqueado por una fuente que no hace mucho puso el Ayuntamiento con mucho acierto. En ese banco, Alonso y yo hemos pasado muy buenos ratos haciendo puntería con piedrecillas, y siempre que voy sonrío acordándome de las presencias felices de mi hijo, sus risas, la canción de su retahíla incansable.  He logrado salir; todo es cuestión del primer paso. Desde el principio, como recompensa, mil menudencias cambian el día de color. Mientras avan...

Mejor no tocar fondo

A veces hay que tocar fondo para atreverse a dar pasos grandes. Conocer la miseria, la tristeza, el deterioro de la dignidad, para sacar del asco y de la desesperación las fuerzas que no nos supo inspirar la entereza. Atravesar los infiernos para que la angustia nos empuje, ya que no supo hacerlo la voluntad. Sin embargo, tocar fondo es en sí un fracaso, o al menos una pérdida: la quiebra del sentido común, la deserción del dominio sereno, la capitulación del criterio certero y sensato. La devastación deja la tierra yerma, y la cosecha ya nunca volverá a ser la misma. La reconstrucción se levanta siempre sobre ruinas.  Tal vez logremos cambiar de nuevo para mejor, pero primero tuvimos que atravesar lo peor: la violencia, la herida, la destrucción; esos jinetes ganarán —hasta donde realmente ganen— a costa de lo que se pierde y quien lo pierde.  No por creadores dejan de ser estragos. Y, por otra parte, de una profundidad muy honda no siempre se halla el camino de vuelta. ...

Lo perdido, lo que queda

Cuando uno es joven, todo queda por delante; esa supuesta profusión del futuro (aunque sea imaginaria, porque la vida luego no dará para mucho) abruma y a la vez entusiasma. Aún no hace falta enfrentarse seriamente a la renuncia: las carencias tienen tiempo de ser compensadas, los fracasos son puertas abiertas que nos desafían a explorar. Lo imposible solo parece difícil, y lo arduo cuestión de oportunidad. La aventura podría estar aguardando a la vuelta de cada esquina. La carrera de los años, que es larga mientras se recorre y se antoja tan breve cuando se mira atrás, va invirtiendo la ecuación. El tiempo se gasta y nos gasta, y los plazos se acortan, minando las expectativas. A medida que se va llenando el trastero de vivencias fallidas o inacabadas, y va escaseando la tierra para labrar los sueños, cada vez hay que practicar con más asiduidad el ejercicio de la renuncia, acostumbrarse a las despedidas, plegarse a las resignaciones.  La disciplina del desasimiento es, de entra...