¿Por qué nos complace ayudar a los demás? ¿Por qué nos deja con esa sensación de satisfacción, de significado, de valía? Mirado objetivamente, sin juicios previos ni sentimentalismos, resulta intrigante: el altruismo es un trabajo añadido que no revierte directamente en nuestro interés, que a veces en realidad nos perjudica. Y, sin embargo, todos lo hacemos en algún momento, aunque no con todos, ni en todo, y quizá sea en esas excepciones y esos límites donde hallemos las pistas para descifrar los motivos del gusto de ayudar. Decir que disfrutamos ayudando a los demás porque los queremos, o porque hemos elegido ser solidarios, es quedarse a medias. El amor y los principios nunca son una razón última, puesto que ellos también tienen sus causas: no amamos a todo el mundo, y nuestra solidaridad suele plantear como condición la expectativa de que sea mutua, o que al menos no cueste más de lo que da. No ayudamos porque amemos, sino que amar y ayudar van juntos, y se refuerzan mutuame...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida