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Mostrando entradas de noviembre, 2020

El sabio interior

Hay horas tristes y locas, o tristemente locas, o locamente tristes, en que tenemos que apelar al más lúcido rincón de nuestra mente, ese que se mantiene a salvo a pesar de todo: de los terrores y los delirios, de los entusiasmos desbocados que casi siempre acaban dando un traspiés en la realidad y despeñándose por los barrancos de la desesperación, como el atolondrado hipogrifo violento de Rosaura en La vida es sueño.

Locuras

¿Acaso no estamos todos un poco locos siempre, y bastante locos a veces? Alguien me hizo una vez la apreciación de que era imposible que no acabásemos todos neuróticos, dado que la evolución nos ha hecho conscientes de que vamos a morir. Su observación me parece correcta, pero incompleta.

Resistencia e insistencia

Por más que hagamos por endulzarla, la vida es una tarea ardua. No hace falta hurgar mucho para que esté justificado entender la existencia como una tragedia, o quizá más bien ese cuento contado por un idiota “lleno de ruido y furia” que sentenciaba Shakespeare.

En torno a la belleza

Tal vez ya se haya dicho todo sobre la belleza. O quizá no habría que decir nada, y limitarse a gozarla, que es lo que cuenta. Tal vez la belleza esté para que cada cual se la apropie a su manera, y le sobren los discursos. Pero yo escribo humildemente, solo por abrir bien los ojos y no dejar de contemplarlo todo. Yo tomo el agua en mis manos por el gusto de ver cómo se me escabulle entre los dedos. Yo hablo como si cantara, por gozar del canto y dejarlo temblando en el alma. Diré lo mío, pues, también de la belleza.