La intensidad nos motiva: queremos sentirnos vivos; pero a la vez nos agota, obligándonos a poner fuerzas para afrontar la fuerza de la vida. La segunda ley de la termodinámica rige implacable: lo que nos mueve nos desgasta, del mismo modo que la madera no soltaría llama si no se fuese consumiendo. El mismo tiempo que teje la vida, la envejece.
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida