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Mostrando entradas de mayo, 2020

¿Mejores?

El futuro nos arredra, como todo lo desconocido, pero es el único tiempo dócil a los sueños, el único que se deja impregnar por las oportunidades, y por eso tiene el aire fresco de la esperanza. Los videntes merecen estrujar nuestros bolsillos porque hacen poesía con nuestras ilusiones; inventan, como los profetas o los artistas, los futuros deseados que nosotros no nos atrevemos a afirmar. Por eso hay que tener cuidado con sus hermosas mentiras, porque nos tienen de su parte de antemano. Ahora que parece amainar la pandemia, y se insinúa el final de la pesadilla, más de una voz empieza a especular con los augurios del mundo que nos encontraremos al salir a la calle. Nadie duda que será un mundo más extraño y más difícil, ni que la resaca de la amargura será larga. Pero nos acostumbraremos a él, como a todo, y aprenderemos a mantener distancias y a rociarlo todo con desinfectantes, y tendremos por normal cruzarnos con gente sin cara. De hecho, todo eso nos parecerá insignificante c...

El parásito desbocado

El parásito es un producto muy congruente de la evolución. Si de lo que se trata es de sobrevivir, al menos hasta reproducirse, el parásito usa el medio más económico: sacar partido de la supervivencia de otro. Se apropia del destino ajeno, adosándose a él: donde hay para uno, hay para dos. Si el huésped tiene de sobra, hay que repartir. Aquí se aprovecha todo. Dicen que cada uno de nosotros es un zoológico ambulante, con su propia flora y fauna, que además, mira por dónde, es característica y distinta en cada cual, como las huellas dactilares. Somos multitud. Algunos de estos inquilinos hasta nos echan una mano con la digestión o la eliminación de residuos. Otros simplemente se han acomodado, pero no suelen molestar, así que para qué vamos a echarlos. De todos modos, no podemos, así que mejor mirar a nuestra comunidad personal —valga el oxímoron— con generosa resignación. El problema surge cuando el parásito llega a tener tanto éxito que estropea al anfitrión. Hay lianas tan f...

La peste

Vale la pena releer La peste de Camus en pleno imperio de la pandemia. No por morboso masoquismo, sino para buscar espejos en los que ver reflejadas nuestras vivencias y elementos para intentar descifrarlas mejor. La novela, contundente y minuciosa, describe una epidemia ficticia en la colonia francesa de Orán durante los años cuarenta del siglo pasado. Entretanto, en la realidad, el mundo sufría los estragos de la Guerra Mundial; un trágico paralelismo que, obviamente, no es casual. Nuestra mirada de tercer milenio encuentra en la novela del autor de El mito de Sísifo un vigente material para la reflexión, tanto en los puntos en común con nuestra actualidad como en las significativas diferencias. La ciudad norteafricana, asolada por la plaga, cierra sus puertas; en nuestro mundo global, en cambio, ha sucumbido hasta el último rincón. Pero si hay una experiencia universal que iguala nuestra condición a la de antepasados y contemporáneos es la enfermedad misma y su secuela, la mue...

Abuelos

Los flecos del capitalismo se desangran por sus arrabales, en esas tierras de nadie donde la ley del dinero arroja las sobras, los individuos que no le sirven para nada y más bien le resultan un estorbo: los pobres (porque no compran), los enfermos y los viejos (porque no producen). El capital simpatiza poco con los débiles y los improductivos: es una máquina implacable que tiene demasiada prisa por acaparar riqueza, por competir y dominar, para detenerse en el dolor y la vulnerabilidad; si les da algún amparo, es para que le molesten menos. Cedió hasta cierto punto, a regañadientes, mientras no tuvo más remedio que disfrazarse de ángel de la guarda y ofrecer la cara complaciente del estado del bienestar. Pero llegaron las crisis y las reacciones, empezó a sobrarle gente, nos sedujo con el hechizo consumista, y en su versión salvaje neoliberal decidió quitarse la careta y pasar a la ofensiva. Como toda mercancía devaluada, la mano de obra se abarató, los derechos resultaron demasia...