El futuro nos arredra, como todo lo desconocido, pero es el único tiempo dócil a los sueños, el único que se deja impregnar por las oportunidades, y por eso tiene el aire fresco de la esperanza. Los videntes merecen estrujar nuestros bolsillos porque hacen poesía con nuestras ilusiones; inventan, como los profetas o los artistas, los futuros deseados que nosotros no nos atrevemos a afirmar. Por eso hay que tener cuidado con sus hermosas mentiras, porque nos tienen de su parte de antemano. Ahora que parece amainar la pandemia, y se insinúa el final de la pesadilla, más de una voz empieza a especular con los augurios del mundo que nos encontraremos al salir a la calle. Nadie duda que será un mundo más extraño y más difícil, ni que la resaca de la amargura será larga. Pero nos acostumbraremos a él, como a todo, y aprenderemos a mantener distancias y a rociarlo todo con desinfectantes, y tendremos por normal cruzarnos con gente sin cara. De hecho, todo eso nos parecerá insignificante c...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida