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Mostrando entradas de septiembre, 2019

Filosofía emocionada

Pensar tiene su don y su frontera. A menudo, la mente juguetea, vagando por los ingrávidos paisajes de la memoria y la imaginación, saltando de rama en rama sin objetivo: si no se pierde en sus propios laberintos, tal vez germine en la creatividad. En otras ocasiones, organiza y modela las ideas y arma estructuras de significados nuevos: admiración para quienes nos enseñan a hacer que el pensamiento sea más certero, más ingenioso, más coherente; exploradores que se adentran en los repliegues de la razón para cartografiar sus sutilezas. Tenemos una gran deuda con los adalides de la lógica. Pero la filosofía que nos urge, la que indagaban Epicuro, Séneca, Montaigne y otros que solo amaban el pensamiento cuando podría hacernos mejores, es la que nos oriente, como decía este último, acerca del buen vivir y el buen morir. “Pensar mejor para vivir mejor”, es la divisa de Comte-Sponville: que el pensamiento nos sirva como guía y como instrumento en nuestras singladuras cotidianas, que no

Fracasos

A veces, en fin, fracasamos. Atronadoramente. Inapelablemente. A veces echamos a correr y las piernas se van solas al precipicio. Esto, que le parece tan obvio y en cierto modo tan trivial a la razón, es siempre un estupor para nuestra ingenua expectativa, y un sobresalto para nuestra ilusión. El fracaso duele, sobre todo si afecta a un proyecto en el que pusimos el aliento, sobre todo si hubo otros que esperaron y, tras ver cómo nos despeñábamos, se retiraron en silencio de la sala. O mucho peor: se quedaron compadeciéndonos, intentando espolearnos con palabras de ánimo que atormentan a nuestro espíritu, reiterándole una verdad que preferiría no escuchar. Porque no es compasión lo que necesitamos ahí, ni excusas que suavicen lo inaceptable, ni siquiera argumentos a favor de un yo quebrado que la benevolencia viste de patético: de entrada, nuestro orgullo prefiere replegarse en la distancia para lamerse las heridas. A veces apostamos mucho y lo perdemos todo. Es inútil compadecers

El sentimiento cómico de la vida

Llega un momento en la vida en que el sentimiento trágico debería dar paso al cómico. Dejar de tomar tan a pecho lo que hacemos y lo que nos hacen, y atenernos a lo que está dentro de nuestras posibilidades y lo que no hay más remedio que aceptar.  Asumir que el teatro humano tiene más de sainete que de drama, que en todos anidan la neurosis y la estupidez, que nos abruman devaneos más bien ridículos y triviales. Todos estamos bastante locos y somos más bien tontos: el milagro consiste en que, a pesar de todo, logremos sobrellevarlo con una dignidad a menudo espléndida, que tengamos tantos detalles éticos y poéticos; que nuestros impactos mutuos, aun consistiendo en una permanente lucha, ofrezcan siempre algún reducto para la bondad y el amor. La edad bien aprovechada puede inspirarnos ese punto de vista cauto y al mismo tiempo entregado, desengañado y a la vez tierno, que convierte el ruido y la furia en serena magnanimidad, la amargura en sosiego y alegría. ¿Cómo se hace eso? A

El mito contemporáneo de la infancia

La infancia es uno de los más llamativos mitos contemporáneos. La infancia ha devenido una especie de tótem o paraíso perdido, en el cual los adultos nos refugiamos en busca de pureza, ternura, alegría y no sé cuántas cosas más. Perdóneseme si abuso de la caricatura, pero el niño se ha convertido en el producto por excelencia: un producto que “adquirimos” con la esperanza de que llene el profundo vacío de nuestras vidas adultas, tan hambrientas de afecto y de sentido, unas vidas con las que a menudo no sabemos qué hacer más allá de la producción y el consumo. La aparición del hijo lo llena todo de magia y fascinación. Contemplamos a nuestros retoños con arrobo justificado: son algo que ha salido de nosotros, algo que en cierto modo sentimos como parte de nosotros, y entregarnos a ellos es un gozo y un privilegio. Sin embargo, ¿somos sinceros con nosotros mismos al endiosarlos como solemos hacer? ¿No estaremos supliendo con ellos determinadas carencias, como el ansia de sentido o la