Juzgar los asuntos humanos es más que complejo: es una empresa ardua y, si pretendiéramos exigirle rigor, descorazonadora, condenada de antemano a prolongarse sin esperanza de completarla. A grandes rasgos, probablemente, somos profundamente simples y previsibles: todos y siempre buscamos las mismas cuatro cosas. Pero esas cuatro cosas no siempre van en la misma dirección, ni se nos aparecen claras, ni se entretejen del mismo modo con nuestra historia o con el mundo que nos rodea. En cada persona confluye un universo entero que, además, no deja de cambiar. Imposible tenerlo en cuenta en todos sus matices: si queremos darle una apariencia descifrable, no tenemos más remedio que simplificar, aun a costa de arriesgarnos a perder lo principal por el camino. Nuestros actos, aunque hayan sido visibles y podamos relatarlos, están siempre repletos de detalles que llevarían su exposición al infinito. Hemos de renunciar a la objetividad: como nos insinúa el sentido común y nos demostró ...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida