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Mostrando entradas de febrero, 2019

Cambio, permanencia y totalitarismos

“Todo pasa y todo queda”, glosa Machado, resumiendo la enigmática paradoja de la marcha de las cosas: la vida es cambio permanente, pero cada entidad nueva acrisola una larga historia de causas y sucesos. Nada está quieto y, sin embargo, uno tiene la impresión de que todo se repite. Nietzsche expresó su fidelidad incondicional a lo que es, proclamando su eterno retorno, pero a la vez se presentaba como el apóstol de un futuro luminoso por construir. ¿Somos los mismos a lo largo de la sucesión de los instantes, o a cada segundo el mundo surge de la nada, como hace la música, y nosotros con él? El problema del cambio apasionó a los griegos, que fueron los primeros en asumirlo conceptualmente, bien para aceptarlo, bien para rechazarlo. Algunos creyeron hallar la solución inventando distinguiendo, arbitrariamente, entre esencia y apariencia: la esencia sería verdadera e inmutable; la apariencia, sujeta a transformación, constituiría una suerte de despreciable espejismo. Dos filósofos ...

La felicidad forzosa

Parece que sea obligatorio ser feliz a toda costa; que la desdicha sea considerada una tendencia morbosa, una especie de extravagancia patológica o hasta malintencionada; que el satisfecho sea considerado moralmente superior al afligido (cosa curiosa: antes, cuando predominaba la moral cristiana, era al revés). En el capitalismo avanzado, el sufrimiento —en cualquiera de sus formas— es considerado una anomalía que entorpece la producción, una molestia que altera el ritmo maquinal del consumo y el trabajo, por lo que no solo no tiene nada de noble, como quería el cristianismo, sino que su pronta anulación resulta un imperativo para el productor eficaz. Ser feliz es lo menos que puede hacer una persona decente. La tristeza, por consiguiente, resulta sospechosa, como algo perverso o cuando menos estúpido. El triste molesta: al igual que las moscas, se dedica a zumbar y a incomodar a los demás. Es un aguafiestas: roba energía, da trabajo extra y pide siempre más de lo que ofrece. Y lo mi...

Morir de éxito

Vivir es tener deseos, desear es esperar. Y esperar, además de una inquietud en sí, es abocarse al pesar de lo que no se cumple. Pagamos con dolor comprobar que nuestros deseos no se realizan, o no lo hacen como hubiéramos esperado. Sin embargo, ¿qué color le quedaría a una vida en la que ya se han cumplido por completo? Esa es la paradoja de los deseos: nos roban la felicidad antes de cumplirse, puesto que nos mantienen a la espera, pendientes de lo que nos falta; y nos la roban después, puesto que, una vez cumplidos, ya no los podemos desear: nos hacen morir de éxito. Yo hubiera deseado amar a una mujer que me amara. Hubiera deseado contar con dinero suficiente para no tener que trabajar y así disponer de más tiempo (este es un deseo que me apremia sobre todo cuando suena el despertador). Hubiera deseado ser un escritor famoso. La vida ha pasado y a veces reviso con melancolía esos viejos deseos, a los que he aprendido a renunciar.   Pero, ¿qué habría sido de mí si se ...

La eternidad de la nada

Asomado al balcón, en casa de mis padres, pensaba en tantas personas como he visto marchar a lo largo de mi vida. Personas que estuvieron presentes, activas, cargadas de sueños y de pesadillas; personas que llenaron el mundo de estampas, escenas que hoy amarillean camino del olvido. Mientras estaban, parecía imposible que un día hubieran de ausentarse para siempre. Ahora que no están, que ya no estarán nunca, parece asombroso que hubiesen estado alguna vez. Pronto olvidarás todo; pronto te olvidarán a ti.  Marco Aurelio. Richard Dawkins asegura que, puesto que no existió durante miles de millones de años, no le preocupa dejar de existir otro tanto (siempre me ha parecido sorprendente que hayamos aparecido justo en la mitad del trayecto del Sistema Solar). Es más: « Nosotros, los pocos privilegiados que ganamos la lotería de nacer contra todo pronóstico, ¿cómo osamos lloriquear por nuestro inevitable regreso a ese estado previo del que la inmensa mayoría jamás escapó?» Si a ese p...