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Mostrando entradas de enero, 2017

¿Cómo sería si fuera yo?

A veces fantaseo sobre cómo sería si me hubiese permitido ser más natural, si no me hubiese sometido al perpetuo escrutinio de mis prejuicios... No creo que hubiese sido mucho más malo; tal vez sí, en cambio, más interesante. Vivir habría resultado un asunto más ameno y menos gravoso. Seguro que le habría caído bien a Holden Caulfield, a Tom Sawyer; al Gran Meaulnes; a Alfanhuí. Habría sido mucho más espontáneo y divertido. Con buen sentido del humor y un poco pícaro. Habría hecho más deporte y me hubiese peleado con un montón de compañeros, que habrían acabado, probablemente, siendo mis amigos. También habría salido con más chicas. Seguramente no se me habrían dado tan bien los estudios, al fin y al cabo yo estudiaba como una manera de refugiarme y de ser bueno en algo. Hubiera empezado a trabajar más joven y no tendría tantos libros, y ni hablar de haber escrito poesías o canciones cursis. Estaría menos versado en filósofos y más en don de gentes. Mis hijos ya andarían creciditos....

Tener hijos

Tener hijos es la escuela de amor más grande que se nos puede brindar. Es la oportunidad de hacerse verdaderamente adulto, de cambiar el rol de hijo, que tiende a atraparnos en comportamientos primitivos, por el rol de padre, que significa ni más ni menos que a partir de ahora habrá una persona que dependerá completamente de nosotros, una persona de la que nos tendremos que hacer cargo sin excusas y sin esperar nada. Ya no seremos jamás los más importantes. El rey ha muerto: viva el rey. A cambio, sin embargo, nos inspirará más que ningún otro amor: en convicción, en valentía, en sentido. La existencia de un hijo vierte en la nuestra tanto contenido que nos parece que antes de él éramos como troncos huecos. Tener hijos nos rescata del egocentrismo, o al menos lo resquebraja, lo pone en la picota. Un mocoso va por el mundo proclamando nuestra gozosa nimiedad. Cuando somos jóvenes, tendemos a pensar que la llegada de un hijo nos robará nuestra preciada libertad. Y es cierto: se nos pr...

La valentía de dejarse querer

Hay una sensación de poder en negarse a aceptar lo que nos brindan: es jugar a la omnipotencia, ese viejo juego infantil al que tanto nos cuesta renunciar. Mientras doy, ejerzo mi poder sobre los demás, puedo hinchar mi ego con la sensación de que soy importante y se me necesita, puedo saborear mi ventaja sobre las impotencias de otros. En cambio, la disposición a recibir exige una cierta admisión de vulnerabilidad: reconocer que no nos bastamos a nosotros mismos, que necesitamos a los demás. Hay quien reclama la atención y pone a la gente a su disposición mediante el lamento y el desamparo, y hay quien no lo hace nunca porque así da la impresión de que no lo necesita. Hay quien es un dependiente absoluto, incapaz de hacer nada por sí mismo, y quien no puede permitirse el lujo de depender para evitar que se adivine su vulnerabilidad. Conviene distinguir entre mostrarse vulnerable y sentirse vulnerable. Yo en general no he tenido problema en dejar ver mis torpezas, en admitir mis deb...

¿Qué hacer con la tristeza?

¿Qué se puede hacer con la tristeza? Un budista diría: dejarla ahí. Epicuro recomendaría: buscar una alegría; o mirarla de frente y comprobar que no es tan terrible. Séneca preferiría soportarla firmemente, desafiarla para demostrarle que no nos humilla. Montaigne sonreiría: "No te tomes tan en serio tus altibajos; epoché ". Spinoza sugeriría cambiar las causas para que lleven a otros efectos. Un romántico, como Nietzsche, proclamaría vivirla intensamente, naufragando sin reticencia en sus oscuros bajíos. La terapéutica del siglo XX se decantaría por animarnos a expresarla: Freud preguntaría por sus causas profundas, Jung confiaría en ella como mensajera del misterio, Perls la sometería a catarsis; Ellis, más práctico, denunciaría sus afectaciones. A Sartre le resultaría indiferente, y nos recordaría que somos nosotros los que elegimos estar tristes; y si no es eso lo que quieres, pues que inventa otra cosa. Me dejo muchas otras opciones, y seguro que las que expongo están...