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Mostrando entradas de diciembre, 2016

A vueltas conmigo mismo

Soy perezoso, sí, ¿para qué me voy a engañar? Soy tan perezoso que ponerme a escribir ahora, y sobre todo a pensar, resulta para mí un esfuerzo, y a cada momento tengo que luchar con la tentación de abandonar. ¿Por qué sigo? Seguramente por la pereza de plantearme qué hacer si no hago esto. A veces me vienen a la mente tales borbotones de ideas —algunas aceptables y otras decididamente estúpidas— que me siento inundado, abrumado. Quizá, si tuviera la fortaleza de ánimo de intentar recogerlas, y la constancia posterior de organizarlas, quedaría algo bueno después de pasar unos cuantos cedazos. Pero me puede la molicie. Y creo que ahí hay también algo sabio. ¿Realmente vale la pena escribirlo todo? ¿No es mejor vivir? Aunque, ¿qué pasa cuando la vida da más pereza que escribir sobre la vida? Bien, en cualquier caso, suelo perder el hilo de mis ocurrencias, sea por desbordamiento o por mera desidia. Debo alegar también mi mala memoria. Sobre la mala memoria sólo diré que si l...

Los dones de la noche oscura

Mirarse demasiado a uno mismo conduce casi siempre a la tristeza. Porque estamos hechos para mirar hacia fuera, para proyectarnos en el mundo. Y porque el espectáculo de nosotros mismos suele ser triste; o mejor dicho: solemos enfatizar lo triste cuando nos convertimos en espectáculo. Yo he mirado en mi interior muchas veces, como indagando una pauta perdida, un hilo de Ariadna que me condujera a la salida del laberinto. He escudriñado porque, como Narciso, estaba prisionero del asombro o de la fascinación. He observado con tristeza y a veces con angustia, porque al mirar me extraviaba aún más, me hundía como en un pantano de cieno, donde no me ahogaba pero tampoco podía respirar. Y de ahí solo sacaba una congoja abstracta, existencial, que emanaba de los mismos cimientos recónditos del ser. La confusión del ser desconcertado. Ni siquiera podía pensar en ella con claridad: me engullía como una nebulosa. No era más que miedo y angustia en estado puro. Intentar descifrarla nunca me ...

Encarar el dolor

La vida está jalonada de dolores, y nuestro modo de encararlos es una de las claves de que la existencia resulte o no satisfactoria. El sufrimiento, como dijo Buda, está por todas partes y tiene muchas caras. Hay sufrimientos brutos, espesos, contundentes como un golpe en una roca; hay sufrimientos líquidos que caen lentamente sobre nuestra piel y nos impregnan como una lluvia fina. Hay sufrimientos que se nos echan encima y nos arrastran en su avalancha; y sufrimientos que llevamos puestos, clavándose igual que una piedra que se coló en el zapato. Hay sufrimientos que quitan la respiración y otros que hacen el aire irrespirable. También hay sufrimientos que nos ganamos a pulso, tejiéndolos hebra a hebra, moliéndolos grano a grano, para ceñírnoslos como cilicios. Los hay buscados, encontrados, impuestos, merecidos, frustrados, incompletos, preparados, perdidos, imaginarios. Hay sufrimientos sin sentido y otros a los que se lo inventamos. Los hay que danzan y revolotean a nuestro alr...

Aprender a desesperar

André Comte-Sponville habla de la necesidad de desesperar, esto es, de renunciar a la esperanza. Esperar es, en efecto, proyectar en el futuro (lo imaginario) una tierra prometida donde vivir, y por tanto dejar de hacerlo en el presente (lo real). Para regresar a la única vida que tenemos, cruda y doliente, pero también gozosa; para renunciar a vivir entre espectros, hay que desesperar, hay que consentir en que el futuro, con su racimo de posibilidades, deje de ser la coartada para no habitar el presente. Comte-Sponville señala el camino del silencio. Si pudiésemos retirarnos, aunque solo fuese por unos días, por unas horas, a un rincón de silencio puro en el que pudiésemos resguardarnos de los ruidos del mundo, tal vez regresar a la vida sería menos agotador y más interesante. Habría que poder desnudarse de todo eso con lo que hemos aprendido a identificarnos: desistir de ser nosotros, adentrarse en un baño de olvido que nos dejara en estado de gracia. Porque sobrellevar los días c...