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Mostrando entradas de octubre, 2016

La volatilidad de los afectos

Es un asombro advertir lo fácilmente que me he desprendido de amigos y amores. Durante un tiempo fue la intensa proximidad, y un día, casi de repente, cayeron en la insignificancia y el olvido. A veces distanciarse era algo necesario, o al menos deseado: cuando se había perdido el aliciente, o las promesas, o la conmoción, o simplemente la alegría. Había en el olvido, en el pasar página, algo de requerimiento o de apremio; la vida ya no era grata junto a ellos (ni para ellos junto a mí, supongo, porque estas cosas suelen transitar en las dos direcciones), se había impuesto la decepción o la rabia, o sencillamente el cansancio; el olvido era cuestión de salud o de renovación. En otros casos, el desafecto fue avanzando casi en silencio, por agotamiento, y un día ya no quedaba nada que hacer juntos, o al menos la extrañeza había ganado al gozo y hacía preferible —natural— que la distancia ganara a la querencia. Uno se puede reprochar a sí mismo el descuido, la indolencia, el no haber r...

Eudemonía y voluntad

Eudemonía (con acento en la i, antes me sonaba fatal, pero ya me he acostumbrado): felicidad apacible y recóndita como las aguas de un remanso. Una felicidad tan discreta, tan sutil, que a nuestros ojos sedientos de fuegos artificiales no lo parece; y, sin embargo, tal vez sea la única que vale la pena, porque nace con vocación de durar, de impregnarlo todo como un aroma, un modo de mirar y de hacer, un presente mansamente activo que se sostiene por sí mismo y no necesita aludir a nada más allá de él. Eudemonía: la dicha realista que está siempre a mano para quien quiere verla, la vida que se deja iluminar por el sol de media tarde. Los griegos la inventaron y buscaron con denuedo su vereda. Aristóteles le dio su definición más bella: vivir acorde al propio proyecto, convertir la fidelidad a los principios en virtud, que es la práctica del equilibrio, el camino medio entre tendencias extremas. “El bien del hombre es una actividad del alma de acuerdo con la virtud, y si las virtudes s...

El silencio

Hablar sobre el silencio ya es romperlo. Pensar sobre el silencio es vulnerarlo. Y, sin embargo, sentir no es suficiente: pensar y hablar es nuestro modo de apropiarnos de las cosas, de compartirlas, de recrearlas. Atrevámonos, pues, a traicionar al silencio por un rato. Somos seres gregarios y ruidosos. Nuestra reunión consiste siempre en una algarabía. ¿Por qué no? También las cataratas y los truenos son belleza resonante. Y las estrellas mueren con un ruido mudo que sería mortal si no las envolviera el vacío. Pero a veces el ruido nos embota. El ruido omnipresente de las palabras, de las máquinas, de las emociones, del formidable teatro de nuestra vida en común, llega a colmar nuestro espacio. Demasiada exigencia, demasiado trasiego que nos ofusca. Entonces, alejarnos de esa nube zumbadora y recogernos en una isla puede reavivar nuestro ánimo aturdido. La penumbra de una tarde otoñal, aún no rasgada por el frío; el paseo invernal por una playa poco concurrida, latiendo con la...

Pinceladas sobre la seducción

La seducción amorosa es un arte que los años enseñan a medida que nos cansan y la hacen innecesaria. Alguien dijo ya que la vida nos hace expertos cuando menguan las fuerzas para que nos sirva de algo, lo cual sugiere que la sabiduría, si existe, no le interesa lo más mínimo a la naturaleza. De todos modos, siempre nos quedan los agridulces vagabundeos por la nostalgia: el gusto de recordar los años mozos, su angustiosa urgencia, y comprender que si hubiésemos tenido algo menos de prisa y algo más de paciencia tal vez nuestros deseos habrían avanzado hacia buen puerto sin tantos tropiezos. Para adentrarse con bien en la jungla de Eros, hay que hacerlo con ímpetu, pero sin que este nos arrastre. Al amor le repelen, sobre todo, dos cosas: la falta de convencimiento y la solicitud desesperada. A todos nos gusta sentirnos valorados, pero no perseguidos; preferimos que se nos acerquen poco a poco, con decisión, pero sin ansia; queremos ser importantes, pero no necesarios; esenciales, per...