Al hilo de las reflexiones de Z. Bauman sobre la vida líquida, se me ocurren algunas ideas sobre la insistente manía, propia de nuestra sociedad, de cambiarnos a toda costa. Cambiar es el gran empeño del hombre líquido, que sueña con una tecnología capaz de permitirle adueñarse hasta del último rincón de su vida, para administrarlo, planificarlo, racionalizarlo; en definitiva, hacerlo rentable. No olvidemos que el hombre líquido es empresario de sí mismo, amo y esclavo a la vez, y que se trata a sí mismo con el mismo afán de explotar al máximo, en función de los beneficios, que el de cualquier inversor. Cada cosa que hacemos por nosotros mismos es una inversión, es decir, debe rendir un beneficio previsible. Por eso, esperamos que nuestros esfuerzos por “mejorar” nos hagan más eficaces. Ya no se trata, como en otros tiempos, del buen vivir que duramente conquistaba el sabio, y cuyo punto de partida era, precisamente, admitir los propios límites y reconciliarse con los...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida