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Mostrando entradas de mayo, 2025

¿Qué sentido?

No sé si hay cuestión más dramática y paradójica, más dolorosamente humana, que la del sentido. Esperamos que nuestra existencia esté justificada, aunque desconozcamos el tribunal; que merezca la pena de algún modo, aunque nadie tenga una idea clara de qué modo pueda ser ese. Tal vez en la impresión de haber servido de algo, como nuestras herramientas y nuestros trabajos, que se explican respondiendo a la pregunta: ¿para qué? O insinuando, al menos, de dónde procede, quién o qué la fundó, y —una vez más— con qué propósito. A pocas vueltas que se le dé, la pregunta por el sentido pierde todo el sentido. Y, aun así, nos sigue estremeciendo como un escalofrío ante los cielos estrellados y en las horas oscuras. La vida no necesita sentido. Se basta a sí misma, suceder es toda la cuenta que espera y que da. El ser es, y se agota siendo. Arrojado en medio del vacío, cumple con el impulso de perpetuarse y perece sin profundidad. ¿Por qué habría de mirar más allá?  Nuestro problema reside ...

Gato por liebre

En la feria de las interacciones sociales, podemos permitirnos ser benévolos, pero no ingenuos. La inocencia es una pulcritud que conviene ir embarrando, mientras dejamos que nos curta la experiencia. La sagacidad nos da la ocasión de probar a ser magnánimos con fundamento, no por ignorancia. Tampoco se trata de parapetarnos tras una suspicacia despectiva o cínica, pero resultaría cándido olvidar que, como canta Pedro Guerra, «lo que hay no es siempre lo que es, y lo que es no siempre es lo que ves». En general, podemos contar con que todo el mundo intenta sacar el máximo partido posible al mínimo precio. Incluso cuando no es así, es así. El solidario siembra semillas de una colaboración que espera que se le dispense cuando la necesite. El filántropo apacigua la conciencia o gana en prestigio. El altruismo se nutre de la expectativa. Todos esos pactos son buenos cuando son honrados, porque hacen la vida mejor para todos, que es de lo que se trata. Pero no dejan de ser pactos. Y en su m...

Ni ilusos ni derrotistas

Frente a un aluvión recalcitrante de pensamiento positivo, pletórico de contento y encantado de haberse conocido, bulle un grupillo de filósofos y opinadores críticos que se esfuerzan por abrirnos los ojos a la penosa realidad del Matrix neoliberal; sano contrapeso del conformismo iluminado de la autoayuda, cargado de una incisiva sensatez. Sin embargo, después de leer a estos lúcidos pesimistas, uno tiene a menudo la angustiosa sensación de quedar atrapado en un estercolero sin salida. Se siente uno presa de una idiotez universal que, sin remedio, nos empuja en manada al abismo. Por fortuna, basta interrumpir las disquisiciones —las ilusas y las sombrías— y hacer una llamada o salir a la calle, para comprobar que el sol sigue despuntando por las mañanas, que la gente se ayuda y se fastidia y se las apaña mal que bien como ha hecho siempre, y que la situación, como dijo el otro, es desesperada pero no grave, o al revés. En definitiva, que las cosas van mal, que llevamos una vida delira...