Ir al contenido principal

Entradas

Mostrando entradas de noviembre, 2023

Triunfos del parásito

El parásito, en lugar de adquirir el sustento por sí mismo, se apropia del de otro individuo, al que se adhiere como una sombra, lo mismo que un inquilino gorrón. El fenómeno del parasitismo resulta fascinante: se diría que el parásito existe solo hasta cierto punto, o, mejor, que existe como parte de otro. Lo que pierde como entidad lo gana en prosperidad.  Bien mirado, desde la perspectiva de un biólogo, hay que reconocer que en el contexto de la naturaleza tampoco resulta un recurso tan sorprendente: tiene mucha similitud con la depredación, solo que sin ataque y sin sangre, con un estilo basado en la discreción y la persistencia; una depredación a fuego lento que, la mayoría de las veces, no mata al anfitrión, solo le debilita. El inquilino gorrón tampoco suele llevarnos a la ruina, sino que se limita a colonizar nuestro espacio y aligerar nuestro bolsillo. El anfitrión así exprimido dura más que la víctima aniquilada, lo cual es una ventaja para el parsimonioso parásito, que ha

La insoportable persistencia de la infancia

Es una idea bastante asentada entre los psicólogos que, a partir de una cierta edad temprana —demasiado temprana—, uno ya ha decidido quién es y qué hará en la vida. Como diría Eric Berne, uno ya ha escrito su guion.  Si eso es cierto, la existencia humana se reduce a un despliegue más o menos exitoso de un argumento esbozado mientras éramos unos enanos en manos de gigantes. Dicho de otro modo: la vida es la niñez y el resto es territorio conquistado. Pura redundancia.  Esta tesis fatalista resulta descorazonadora: los primeros años se convierten, así, en una condena, pero al mismo tiempo, como avisó Sartre, sirven peligrosamente de coartada. Al partir con la libertad mermada, el individuo queda exento de responsabilidad. Hay que resistirse a ese determinismo que nos reduce a meros autómatas programados al salir de fábrica.  ¿Qué pasa con los esfuerzos por redirigir lo establecido, por salirse del guion e inventar algo nuevo? ¿Qué pasa con Prometeo, con Sísifo, con Ulises, embaucando

Carne de tribu

La soledad nos duele porque estamos hechos para la tribu. Es la condición que nos grabaron a fuego milenios de supervivencia en grupo. Nuestra esencia gregaria teme y ansía las proximidades. Nuestra piel anhela la huella del contacto, nuestros ojos no ven nada hasta que se cruzan con otra mirada.  Tal vez los otros sean un infierno, como declaraba Sartre, pero en cualquier caso son un infierno necesario, el abismo ineludible sobre el que se tienden los puentes de la vida. La presencia del otro, ciertamente, interrumpe el idilio perfecto de nuestro narcisismo, pero esa intromisión nos salva de anegarnos en él. Nos obliga a ser-para-los-otros, sí, pero, ¿acaso tenemos alguna otra manera soportable de ser?  Dicen, con aire trágico, que nacemos y morimos solos, y no es cierto. Nuestras madres nos acompañan con un dolor que se traducirá en amor, y casi siempre hay alguien más con ella para recibirnos. Y en la muerte, por recóndita que nos llegue, también nos vienen a buscar, seguramente,

Crueldad

El deseo y el temor nos urgen, y a veces hacemos daño. La moral resultaría fútil para un amor perfecto; si hace falta es porque la bondad escasea y es difícil.  Sin ánimo de justificar nada, quizá resulte que vivir conlleva perjudicar a veces. Nada de esto parece sorprendente. Sin embargo, en determinadas ocasiones, la voluntad de causar sufrimiento va más allá; el daño no solo es deliberado, sino además alevoso, insistente, mórbido. Ese empeño es lo que lo convierte en crueldad.  La desmesura del comportamiento cruel plantea muchas perplejidades. La primera, la que nos concierne de lleno, tiene que ver con nuestra contrariedad de víctimas: ¿por qué nos han tratado cruelmente? ¿Habremos suscitado de algún modo la fiereza? ¿Qué podríamos haber hecho para disuadir o apaciguar a nuestro verdugo? Cuando presenciamos la crueldad desde lejos, nos invade el asombro. ¿Qué impulsa a una persona a comportarse así, ensañándose en el dolor ajeno? Sabemos que buena parte de la agresividad se rep