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Mostrando entradas de febrero, 2023

A cada uno lo suyo

El psiquiatra M. Scott Peck cuenta, en su famoso libro La nueva psicología del amor , una anécdota que invita a reflexionar. Ejerciendo como interno en un hospital, se encontró desbordado de trabajo. Decidió plantear a su jefe que le resolviera esa molesta situación. El superior se limitó a replicarle, con mucha amabilidad pero con firmeza, que el problema era suyo, y por tanto le correspondía a él buscarle una solución.  Hacerse cargo de los propios problemas, en lugar de endosárselos a los demás o pretender que ellos nos los resuelvan, es una incómoda usanza que se llama responsabilidad. Todos hemos esperado a veces que los demás nos saquen las castañas del fuego, todos hemos intentado cargarles con nuestras responsabilidades, incluso  ― ¿especialmente? ―  cuando se trata de líos que hemos provocado nosotros. Y para delegar sin remordimientos, llegamos a engañarnos sobre la causa de los desaguisados, que procuramos colgar a los demás, o al pérfido mundo. La culpa de los desencuentr

Umbrales

Umbrales. Las cosas se sostienen manteniéndose en una disposición determinada, y resisten en ese estado a las fuerzas que las zarandean, las desgastan, las modelan o las minan… hasta que se alcanza un estado crítico, un punto de inflexión en el que esas fuerzas las vencen, las transforman, las convierten en otra cosa. Pequeños cambios se acumulan hasta que se desata un vuelco grande. Ese punto preciso, en el que un cambio ínfimo transforma completamente un estado global, es un asombroso enclave del flujo de los sucesos.  Se habla del efecto montón de arena , aludiendo a ese acumularse hasta que un solo grano traspasa la tolerancia de la estructura y provoca un desmoronamiento, tal vez aparatoso. La sabiduría popular lo recoge en la expresión “la gota que desbordó el vaso”: el recipiente tolera que le vayan colmando una gota tras otra, y no pasa nada; se diría que siempre cabe una gota más. Pero, en el límite, hay una que inevitablemente será la última; cuando el recipiente está a pun

Invisibilidad

Recuerdo que, cuando yo era pequeño, las personas mayores parecían pertenecer a un mundo remoto de asuntos serios y complicados, al que mi simpleza infantil (según se me daba a entender) no podía tener acceso. Aquellos gigantes lo eran todo en la misma medida en que yo para ellos no debía ser nada.  Ellos sabían, ellos mandaban, ellos tenían todo el poder, y yo por eso les temía, y a la vez les debía gratitud porque, aun siendo inútil y molesto, me sustentaban y me protegían, y sobre todo tenían la deferencia de dejarme existir. De hecho, para la mayoría de aquellos semidioses siempre ocupados en gravísimos, indescifrables quehaceres, yo a duras penas existía, y, cuando me cruzaba con ellos por la calle, tenía la clara impresión de que a sus ojos era invisible.  Entonces no me daba cuenta de que, en el fondo, para mí ellos también lo eran. En la adolescencia, cuando empecé a interrogarme más conscientemente sobre mi lugar en el mundo y entre los demás, comprendí con amargura que aque

¿Por qué (no) nos entendemos?

¿Cuáles son los factores que favorecen o dificultan la comunicación entre las personas? ¿Qué es lo que hace que dos personas se ensamblen de maravilla, compartiendo de forma casi inmediata un código y hasta puntos inauditos de complicidad? ¿Y qué hace, en cambio, que haya gente con la que no logramos entendernos, por mucho que pongamos buena voluntad y apertura de miras?    Es obvio que el hecho de compartir referente cultural y social facilita de entrada la comunicación. Dos personas pertenecientes a un entorno similar tienen muchas cosas en común: valores, costumbres, expectativas, conceptos, incluso maneras de expresarse. Habitar una misma zona geográfica o pertenecer a una misma generación son rotundos factores de proximidad, que de hecho se incorporan como señas de identidad y, por ello, tienen un efecto cohesionador; el idioma, en particular, juega un papel decisivo en la probabilidad y la fluidez de una interacción. Hay otros aspectos que condicionan radicalmente la identidad