Aunque sean la ética y la moral las que establecen las categorías de mal y bien, el mal es un fenómeno que las sobrepasa. Es también un problema psicológico (ya que concierne a las razones del comportamiento y de la mente) y sociológico (ya que no hay mal que no se ejerza entre individuos o grupos). Es tal vez, en su esencia ontológica, un problema de la biología, puesto que la vida se impulsa sobre un mal que determina la supervivencia y la evolución: ¿no se alimenta la vida de muerte? ¿No es el esfuerzo de vivir el que nos hace malos? ¿No somos buenos o malos, al menos en parte, por herencia, y quizá consista en ello el pecado original? Se perfila también un mal antropológico, que reside en la cultura y la costumbre: por eso tanto una como otra deben ser juzgadas y sometidas a la evaluación de los valores. Y, en fin, es sin duda un problema práctico, porque tiene que ver con el dolor, el que se nos inflige y el que provocamos, y por tanto con la felicidad.