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Mostrando entradas de junio, 2022

Educar a los otros

Cada uno de nuestros actos en sociedad transmite un mensaje, crea una expectativa, implanta un estatus, sienta un precedente. Tal vez uno se sienta caracterizado ante todo por las intenciones; para los demás, en cambio, somos nuestros actos, y ellos van perfilando la imagen social con que se nos identifica.

Cambiar

Todo el mundo anda empeñado en cambiar, lo cual demuestra hasta qué punto vivimos insatisfechos con lo que somos. En última instancia, pretenderíamos poder cambiar en todo, y eso da idea de nuestros desmedidos sueños de omnipotencia. La aspiración de perfeccionamiento, sin duda impregnada del afán tecnológico y mercantil, ha dado lugar a una inmensa industria del cambio, en la que un creciente ejército de especialistas nos ofrecen, cada cual según su propia versión, la piedra filosofal para una alquimia a nuestra medida.

Creer es crear (a veces)

Las profecías autocumplidas nos muestran la naturaleza performativa de nuestra psique: pensar es crear, o, como dicen los adeptos a la New Age , creer es crear. Tienen razón, pero solo cuando se cree de verdad y se cree sobre la verdad. ¿Realmente creemos lo que creemos creer?

El mal en su laberinto

Aunque sean la ética y la moral las que establecen las categorías de mal y bien, el mal es un fenómeno que las sobrepasa. Es también un problema psicológico (ya que concierne a las razones del comportamiento y de la mente) y sociológico (ya que no hay mal que no se ejerza entre individuos o grupos). Es tal vez, en su esencia ontológica, un problema de la biología, puesto que la vida se impulsa sobre un mal que determina la supervivencia y la evolución: ¿no se alimenta la vida de muerte? ¿No es el esfuerzo de vivir el que nos hace malos? ¿No somos buenos o malos, al menos en parte, por herencia, y quizá consista en ello el pecado original? Se perfila también un mal antropológico, que reside en la cultura y la costumbre: por eso tanto una como otra deben ser juzgadas y sometidas a la evaluación de los valores. Y, en fin, es sin duda un problema práctico, porque tiene que ver con el dolor, el que se nos inflige y el que provocamos, y por tanto con la felicidad.