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Mostrando entradas de junio, 2021

Que siga el espectáculo

Morimos para que vivan otros: el mundo no podría permitirse amontonarnos sin que alguien se marchara para hacer sitio. Esa biología elemental debería también reconciliarnos un poco con la perspectiva de la muerte, sobre todo cuando el sitio que dejamos será ocupado por seres que amamos, que hemos traído al mundo y pasean por él nuestros genes, y los legarán al futuro, impregnándolo de algo nuestro. Morir es, pues, un don que entregamos a los que nos suceden. Habrá quien, más que un regalo, vea en esa entrega un precio, ya que nos viene impuesta y nadie nos preguntó si la aceptábamos. Sin embargo, también es obligado respirar y comer, y bien que lo disfrutamos: es nuestra naturaleza, así estamos hechos, y para la mayoría de las cosas ni siquiera nos lo planteamos. Solo lo hacemos para renegar del esfuerzo o del dolor. Pero, ya que disfrutamos de una parte de lo que somos, ¿no deberíamos admitir todas las reglas del juego? ¿Acaso lo obligado, por ingrato que nos resulte, no puede ejecu...

Amor por las palabras

Dicen los pragmáticos que los idiomas son solo instrumentos para comunicarse, y que, mientras cumplan esa función, lo mismo da uno que otro. Dicen los pragmáticos que las palabras no son más que envoltorios de ideas, recipientes que se intercambian en el comercio del mensaje. Que eso es lo que importa, luego es igual hacerlo con unas que con otras. Yo creo que se equivocan. No por aquella doctrina romántica, tan tendenciosa, tan amenazante, que pretendía ponerle espíritu a las culturas, y aseguraba que cada lengua lleva impregnada una visión única del mundo. No por esa idolatría de los nacionalistas, que usan el verbo como enseña diferencial y arma arrojadiza para imponer su privilegio. Eso son exclusivismos injustificados, que sirven para clasificar, para segregar, para forzar…  No: yo creo que se equivocan, simplemente, porque ningún producto humano puede ser limitado a su función. Cada invento, cada artilugio, cada ocupación, van más allá de sí mismos y remiten a un universo d...

Sentimentalismo

A veces me tomo alguna licencia sentimental, como quien adereza con un condimento la comida. A veces me permito breves melancolías por disfrutar del plácido aturdimiento de la nostalgia. A veces me dan pena la bondad derrochada o el esfuerzo perdido, sobre todo cuando son los míos, y me estremezco con misericordias inconsolables. Pero por lo común el sentimentalismo me dura poco. Me empacha en seguida y se vuelve un engrudo difícil de tragar. En general, el sentimentalismo huele a rancio y suena a hueco, y cuando alguien se me acerca con aire sentimental me pongo en guardia, no vaya a querer tomarme el pelo, manipularme a su favor, estafarme lo que no sabe ganar con el alma abierta. Lo mismo, por supuesto, vale para mí, que soy el embaucador más ladino que conozco: cuando me descubro hablándome lloriqueando, me pregunto qué excusas voy a ponerme para justificar un nuevo capricho, o para esquivar la incomodidad de una frustración, o para atacar de un modo pasivo-agresivo.  Poca ge...

Ansiedad

No es precisamente la ansiedad de la que trata la canción la que convierte la vida de algunas personas en un verdadero calvario. La “ansiedad de tenerte en mis brazos” mana, en realidad, del ardoroso arrobamiento del deseo, es la oda de las hormonas que llena de luz pasajes de nuestra juventud y evocaciones de nuestra nostalgia. En cambio, la otra ansiedad, la que convierte la vida en un continuo estremecimiento tambaleante, la que nos quita el sueño y resquebraja la quietud de los anocheceres, la que estropea los silencios y revuelve los estanques, la que nos roba los sabores porque no nos deja degustarlos, la que hace que el camino de la vida discurra por pedregales y mina las amistades que acaban por no soportarnos… Esa ansiedad es una maldición de la que no sabemos zafarnos cuando nos apresa en su áspera red.  La vida está salpicada de sufrimientos, de esfuerzos y exigencias. Lo único que la hace soportable, incluso a veces grata, son los momentos en que podemos disfrutarla, ...