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Mostrando entradas de febrero, 2021

Sentido común

Sentido común. Eso es lo que lubrica las disputas; los roces, los desencuentros, las rivalidades. Mezclado con una pizca de cultura, que nos ayude a abrir los ojos, y una generosa porción de buena voluntad, que ofrezca lo mejor de nosotros y nos predisponga a lo mejor de los otros. El sentido común se pierde fácilmente cuando uno deja de asentar los pies sobre la tierra y consiente que lo arrastre la mera obstinación del triunfo. O sea: cuando convertimos nuestros encuentros en luchas de poder. Con tal de arrollar en los pulsos conceptuales, somos capaces de todo: de retorcer argumentos y hasta de inventarlos; de usar expresiones ofensivas para empujar al otro al terreno emocional, haciéndole descarrilar; de repetirle cosas dichas anteriormente y contradictorias con lo que afirma ahora, tergiversadas a conveniencia…  Para mantenerse en el sentido común hace falta serenidad y buena voluntad. Poner límites, pero sin rigidez, con la naturalidad del que aplica lo que es justo, con la...

El miedo y la ira

En última instancia, y simplificando mucho pero con fundamento, es en la rabia, y sobre todo en el miedo, donde tienen su origen todos nuestros males psicológicos. Los sufrimientos que nos anclan al pasado, las angustias que nos asoman al futuro, y en fin, ese tránsito arduo y accidentado que es el presente. Todo lo que nos desespera, lo que nos corroe, lo que nos perturba, tiene alguna conexión con ellos. Fueron perfilados por la evolución como mecanismos que favorecían nuestra supervivencia. Ira o miedo: ante una amenaza, plantar cara o salir corriendo (o bien quedarse inmóvil). Impulsos instintivos, automáticos, con los que cuenta todo organismo un poco complejo. Emociones que guían, o más bien empujan, a ejecutar una conducta apremiante en la que un instante de titubeo podría significar la muerte.  Pero la naturaleza se hizo compleja e intrincada en el ser humano. La civilidad estableció nuevos contextos, nuevas reglas para la relación con el entorno, que desde ese momento, p...

Tan simple y complejo como la libertad

El ser humano es un sofisticado andamio levantado sobre unos cimientos primitivos y simples. Nuestro cerebro consiste en una intrincada efervescencia de neuronas racionales dirigidas por unos mecanismos emocionales que se remontan a los reptiles. Nuestra sociedad, por su parte, constituye un vasto laberinto de sutilezas y semánticas que se ramifican desde un tronco básicamente tribal, y cuyas raíces continúan ancladas a la misma tierra de los instintos universales por la que procuraban perdurar nuestros ancestros. Se ha señalado, como propiamente humano, caracteres como el pensamiento (que incluye el lenguaje), la ética, la cultura o las instituciones. En efecto, parece que todo eso nos distingue de los otros animales. Pero no por ello constituye lo más genuino de nuestra naturaleza, que sigue gravitando en una médula instintiva y emocional. Al fin y al cabo, somos tan resultantes de la evolución como las arañas o las tortugas…  Salvo en un detalle, que puede parecer nimio pero l...