Razones para el pesimismo nunca faltan. Tampoco para un cierto optimismo (al fin y al cabo, queremos vivir), pero estas siempre nos parecen más frágiles, menos convincentes, como los matojos que pueden ser arrasados por el manotazo de una sola riada. Lo bueno siempre parece volátil, alzado fatigosamente a contrapelo del mundo, mientras que lo malo se impone en un momento, lo malo es lo que queda invariablemente tras lo bueno, y para que llegue solo hace falta esperar.
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida