El grado de satisfacción con la vida, o, si se quiere, eso que llamamos “felicidad”, es algo elástico que se estira y se encoge según el color del cristal con que se mira. Spinoza ya nos lo explicó: depende de la relación de fuerzas frente a las cosas con las que nos topamos; a una picadura de mosquito le podemos, una punzada de araña tal vez nos pueda.
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida