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Mostrando entradas de diciembre, 2019

Rarezas

Si la rareza reside en la excepción, todos somos raros desde algún punto de vista. Todos nos salimos del guion en algún momento, y somos señalados por el dedo cruel de la desaprobación social, esa agria valedora del adocenamiento de la tribu. ¿Cómo te atreves?, parecen decirnos los portavoces de la normalidad (es “normal” lo que se atiene a la “norma”). ¡Vuelve aquí, aprisa, antes de que sea demasiado tarde! Así que ser raro o no serlo ya no es el dilema. La cuestión, a estas alturas, cuando uno ha presenciado una muestra significativa del espectáculo humano, consiste más bien en juzgar el valor de las rarezas y en hacer algo bueno con ellas. Toda la vida me la he pasado excusándome por mis supuestos defectos, obligándome a actuar como los demás esperaban y haciendo lo que se supone que es “normal”. Debo confesar que no me ha salido bien, que al final ha prevalecido la rareza, al menos en mi vida privada, ese ámbito en el que nos relajamos y a menudo se nos escapa la autenticidad. ...

Nacionalismo y tribu

¿Qué es lo que hace que una persona ética, amable, sensible e inteligente se precipite en la irracionalidad primitiva y violenta del nacionalismo? Es una pregunta que sigo repitiéndome asombrado, al contemplar la disparatada ofuscación de muchos de mis paisanos, y no se me ocurre más explicación que el instinto tribal. Elevada a fanatismo, la tribu empuja a numerosas infamias colectivas (también alguna cosa buena, aunque ahora no se me ocurre), aquí solo me detendré en esta. A lo largo de más del 90 % de nuestra historia hemos sido seres tribales, así que se entiende que en el fondo apenas hayamos dejado de serlo, que sigamos llevándolo en las venas como una tendencia profunda y poderosa. Nuestro sustrato primate tiene siempre las de ganar frente a la delgada capa impresa en el cerebro por la civilización; entre ambas, con una fuerza intermedia, estaría la tribu. La tribu establece el territorio, la distinción y la exclusividad. Parece resultar vital diferenciar entre nosotros y los...

El mito del amor romántico

¿Por qué nos aferramos tan insistentemente al mito del amor romántico? ¿Por qué nos encanta frecuentarlo, sobre todo cuando estamos solos y nos compadecemos de nosotros mismos? ¿Qué seducción irresistible tiene, para invadir tan a menudo el pensamiento mientras nos deshacemos en suspiros? Hace las delicias de las tardes de lluvia y los paseos melancólicos. Pero no se trata de una simple distracción, o de una ensoñación volandera: lo saboreamos con talante trágico, nos regodeamos en concebir su relato en detalle, con una mezcla de lamento dulcemente desesperado y evocación nostálgica de idealizadas ternuras. Nuestros predecesores ancestrales no lo tenían, y dudo que lo echaran de menos: les alcanzaba con sobrevivir. Ellos soñaban con agitadas historias de dioses y feroces relatos de héroes. Vivían un tiempo épico. No es que no tuvieran sus arrebatos amorosos: ahí estaban Afrodita y Cupido para inspirarlos. Pero el amor heroico no tiene medias tintas: o es placer, o es dolor. Platón l...