Nos golpeó el terror y su herida nunca cerrará del todo; los que sucumbieron ya no volverán; la luz perdió para siempre parte de su brillo. Lo primero fue aguantar, oponerle nuestra dignidad, impedir que nos hiciera suyos. Pero después de la conmoción, recuperado hasta donde se pueda el dominio de nosotros mismos, habrá que dar un paso más y reflexionar. Porque volveremos a descuidarnos, volveremos a acostumbrarnos al entumecimiento de la rutina cotidiana, y, mientras tanto, en ella podrían estar gestándose silenciosamente otros terrores que un día nos estallarán de nuevo por sorpresa. El problema no se resuelve aplacando a los culpables: siempre puede haber más. Por eso, no podemos permitirnos el lujo del olvido. Hay que intentar comprender para prevenir, aprender para evitar, hasta donde nos sea posible, que algo así se repita. Hay que sondear lo tenebroso para vislumbrar sus artimañas, las añagazas con las que seduce y arrastra. Mientras rechazamos, mientras condenamos, mientras no...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida