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Mostrando entradas de abril, 2017

La más violenta de las cóleras

En uno de los cuentos tradicionales que recoge Jean-Claude Carrière en su delicioso libro El círculo de los mentirosos , leo una frase que me sobrecoge: “Era presa de la más violenta de las cóleras, que es la cólera contra uno mismo”. Carrière titula el cuento “El hombre con barba”, y es una alegoría de la violencia sutil y a la vez brutal con que el ego puede ensañarse con nuestra parte más inocente. Tras la muerte de su hijo, un hombre se retira al desierto y dedica todas sus horas a encontrarle sentido a esa terrible desgracia. Un pájaro escucha su historia y, riendo, le dice que no encuentra la respuesta porque solo piensa en su barba. El ermitaño se ensaña entonces con la barba y se la arranca a mechones. Pero el pájaro no parece conmoverse ante esa violencia, y sigue riendo. “¿Por qué te ríes?”, pregunta el ermitaño con el rostro sanguinolento. Y el pájaro replica: “¡Porque sigues sin pensar en otra cosa que en tu barba!” El relato admite muchas lecturas, pero todas ellas ti...

Somos como somos (y cada vez más)

Todos creemos conocernos con bastante precisión. Nos tratamos a nosotros mismos como a seres que cuentan con una personalidad o un carácter, es decir, un conjunto de rasgos más o menos consistentes y persistentes. Todos nos sentimos capaces de afirmar cómo somos, y al hacerlo estamos convencidos de estar hablando de algo realmente existente. “Yo soy desordenado, y soy optimista, yo soy susceptible…” Sin embargo, ¿y si esos “yo soy” carecieran de la solidez que solemos atribuirles? ¿Y si fuesen meras conclusiones provisionales, a partir de lo que nos hemos visto hacer a veces? ¿Realmente existe algo a lo que podemos llamar personalidad, que nos antecede y nos define? ¿O más bien es un esquema sobre nosotros mismos que construimos, reconstruimos y siempre insistimos en confirmar con nuestros actos? Si el recuerdo, como sugieren los psicólogos, es una recreación del pasado, ¿resultará que la memoria es performativa, o sea, que nos configura al escribirse? Al declarar que soy desordenado,...

Simplemente soy así

“Simplemente soy así, y no lo puedo evitar”. Cuántas veces hemos oído a gente que escuda actitudes y comportamientos que sabe incorrectos bajo esa coartada. Embozados detrás de un lema parecido, muchas personas someten a los demás a caprichos abusivos, empellones e incluso brutalidades, y lo hacen a un mínimo coste social (el que les plantee el límite de paciencia de los otros) y ético (el que les dispense el margen de su conciencia, que ya sabemos que puede ser bastante elástico). Hay que reconocer que la excusa de que no podemos evitar ser como somos tiene su fundamento. Cada cual acarrea, para bien o para mal, con lo que han hecho de él, muchos factores que no domina: los cimientos del temperamento, fruto de la lotería genética; las vivencias acumuladas por la biografía, muchas de las cuales vinieron impuestas por causas y azares que no podíamos controlar, sobre todo en la infancia; la sociedad en la que vivimos, con sus cargas culturales; las exigencias de nuestras responsabilid...

Lo apropiado

Cada día protagonizamos miles de episodios, algunos importantes, otros triviales; muchos de ellos, incluso, mecánicos, comportamientos habituales que ya hemos interiorizado y que juegan un papel esencial en nuestra vida, ya que la simplifican. Porque hay dos cuestiones que tiñen de dificultad nuestras conductas cotidianas: la obligación de decidir y, como premisa de nuestras resoluciones, la necesidad de juzgar. No nos basta con actuar: precisamos hacerlo con la convicción de que lo hacemos bien; somos seres éticos en el doble significado de la palabra: en que aspiramos a distinguir lo que nos conviene y, además, deseamos que nuestras elecciones sean buenas en el sentido moral, es decir, correctas, apropiadas. Esa tarea inexcusable convierte en arduo nuestro comportamiento y puede trocar algunas jornadas en agotadoras. A menudo nos escandalizamos de la inmoralidad que muestran algunas personas —¿podríamos lanzar la primera piedra?— en algunos de sus actos. Un marido maltrata a su mu...