La cortesía ― ¡qué le vamos a hacer! ― conlleva, inevitablemente, un cierto grado de hipocresía: sonrisas y palabras amables que hagan llevadero, incluso grato, el arisco intercambio humano. Lo malo, a veces, es necesario para evitar lo peor, o, visto desde el otro lado, dar pie a lo mejor. Esto no debería sorprendernos: la vida social es un teatro, donde se juegan unas fuerzas y unos intereses distintos de los que rigen ese otro teatro interior de nuestros personajes íntimos. Las opiniones personales, los sentimientos hacia los demás, son solo un elemento más de nuestras relaciones, y ni siquiera el más importante: al relacionarnos, lo que cuenta en primer término es la imagen (el desempeño, la performance , como decía Goffman), y esta viene siempre condicionada por una intención. Lo espontáneo, lo que bulle en esos rincones misteriosos de nuestro interior, cumple una función, pero, ajeno a la voluntad, carece de intención: se limita a irrumpir o a reaccionar por su cuenta. Es rep...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida