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Mostrando entradas de marzo, 2019

La ineludible hipocresía

La cortesía ― ¡qué le vamos a hacer! ― conlleva, inevitablemente, un cierto grado de hipocresía: sonrisas y palabras amables que hagan llevadero, incluso grato, el arisco intercambio humano. Lo malo, a veces, es necesario para evitar lo peor, o, visto desde el otro lado, dar pie a lo mejor. Esto no debería sorprendernos: la vida social es un teatro, donde se juegan unas fuerzas y unos intereses distintos de los que rigen ese otro teatro interior de nuestros personajes íntimos. Las opiniones personales, los sentimientos hacia los demás, son solo un elemento más de nuestras relaciones, y ni siquiera el más importante: al relacionarnos, lo que cuenta en primer término es la imagen (el desempeño, la performance , como decía Goffman), y esta viene siempre condicionada por una intención. Lo espontáneo, lo que bulle en esos rincones misteriosos de nuestro interior, cumple una función, pero, ajeno a la voluntad, carece de intención: se limita a irrumpir o a reaccionar por su cuenta. Es rep...

Casualidad y causalidad

Es un tópico ya manido, pero solo aparentemente sabio, aquello de que aprender consiste en sustituir la idea de casualidad por la exploración de la causalidad. No conformarse con el callejón sin salida del mero azar y esforzarse por hallar esa pista casi invisible, esa salida inesperada que pueda sugerirnos una hipótesis. Holmes frente a Watson. Sin embargo, el jueguecito de palabras, a fuerza de repeticiones, ha pasado de ingenioso a redicho, de lúcido a petulante, de sugerente a superficial. Porque expresa una verdad que, como casi todas las fórmulas fáciles, tiene algo que suena a hueco. Los adalides de la causalidad (con la u antes de la ese) están proclamando el viejo sueño del conocimiento pleno, el mito del progreso perdurable en dirección al punto omega de la perfección (casi) absoluta. Aquella aspiración, tan humana como inagotable, de que lo único que media entre el desvalimiento y el control pleno es el tiempo y el esfuerzo: dar tiempo a nuestra inteligencia para responder...

Lo humano y lo mejor

Dicen que cuando las cosas vienen mal dadas es cuando se conoce de veras a la gente. No estoy seguro de ello: todos tenemos muchas caras, además cambiantes; hemos de vernos en diversas circunstancias para conocernos un poco, y siempre de modo provisional. Las dificultades solo sacan de nosotros una parte más: a veces, si somos capaces de mantener el control, tal vez salga lo mejor; pero si puede el pánico, probablemente se desatará nuestra faceta más desesperada. Ambas posibilidades —lo mejor y lo peor—, sin embargo, es cierto que tienen algo en común: corresponden a aspectos que de ordinario permanecen ocultos, que de algún modo contradicen la imagen que procuramos dar. Las circunstancias excepcionales, por consiguiente, tienen la virtud de desnudarnos ― incluso ante nosotros mismos ― , de revelar lo que también en nosotros es excepcional. Tal vez resulte que somos capaces de soportar lo inconcebible. ¡Cuántas veces pensamos: “Si me llegan a decir que pasaría por esto…”! Compro...

Ventajas e inconvenientes de la disonancia

La disonancia, para bien y para mal, simplifica la vida ― especialmente la vida social, cuya complejidad tiende al infinito ― . La disonancia, con su divisa “más de lo mismo”, nos permite perfilar con trazo grueso nuestras convicciones sobre los que nos rodean, estrechando las cercanías y ahondando las distancias. Acentuar una hipótesis nos ofrece la posibilidad de manejarla como axioma, lo cual es poco riguroso, pero muy práctico. Nos permite tomar decisiones y vivir con la sensación de una cierta coherencia. Se disipan los matices de duda con respecto a quien nos inspira simpatía, consagrándolo como amigo, y se reafirman las razones para rechazar al que no entró en nuestra vida con buen pie. El universo humano se polariza en torno a nosotros, y las relaciones se hacen llevaderas y previsibles: lo contrario implicaría un aterrador caos en el que no sabríamos a qué atenernos. Una vez definida una convicción, la disonancia es la guardiana de su estabilidad. Hace acopio de todos los de...

Conversaciones con extraños

A veces, cuando paseo o viajo solo, me asalta la curiosidad sobre algún detalle de la vida de las gentes con las que me cruzo. A un campesino me gustaría preguntarle cómo se las arregla para que le salga a cuenta su duro trabajo; a una muchacha le pediría su opinión sobre ese libro que está leyendo; a un viejo, si los años le han servido para librarse de la amargura. Pocas veces me animo a entablar conversación. La gente siempre está deseando charlar de lo que sea, pero en general le intimida que se le dirija un extraño, especialmente a las jóvenes, que suelen ponerse a la defensiva. Y hacen bien, porque ese primer impulso en el que alguien se nos dirige tiene siempre algo de intromisión y mucho de incertidumbre, y hay que empezar por el trabajo de descifrar cuáles son las verdaderas intenciones del otro, siempre inquietantes. ¿A qué viene su desembarco en mi mundo? ¿Se propondrá manipularme, engañarme, asaltarme, forzarme? ¿Hacia qué interés propio pretenderá conducirme? ¿En qué pa...