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Mostrando entradas de abril, 2018

Carcoma en el trono de Jerjes

Leer sobre las grandes batallas de la historia provoca sentimientos encontrados. Nos apasionaría, como hizo Jerjes en Salamina, poder contemplarlas en un cómodo trono desde un promontorio. Pero a la vez sentimos el alivio de librarnos del horrible espectáculo, el vértigo de tanta crueldad junta, el agolpamiento brusco de tantas almas a las puertas del Hades. Y, sobre todo, la inmensa suerte de librarnos del dolor y el terror, de poder contemplarlas tras el velo del tiempo, que las hace casi tan irreales y esquemáticas (buenos, malos, héroes, traidores…) como un relato épico. La grandeza se concibe en la distancia, cuando, al amor del fuego, uno puede dejar que la imaginación le estremezca con la bravura de Aquiles o la astucia de Napoleón, sabiendo que luego se irá a dormir, a salvo en su humilde trivialidad cotidiana. En el fragor de la contienda no debe haber sitio más que para el pavor, la consternación, la rabia atropellada y el dolor candente. La gloria la ponemos después, en l...

A pecho descubierto

El agua de este torrente de montaña baja fresca, vigorosa, sonora. No busca nada y lo puede todo. Llega sin cesar, se va sin detenerse. Tiene la fuerza y la pureza del mundo. Pongo en ella mis temores, mis inquietudes, mis rabias, mis reticencias. Me baño en ella y dejo que se lleve todo lo que me sobra, todo lo que me daña en balde. El polvo de los caminos y el barro de los pantanos. Lo dejo todo en el agua y salgo limpio y nuevo, como hacía los brahmanes con sus abluciones sagradas, o los primeros cristianos cuando se bautizaban en los ríos. Y estoy tan limpio que me siento otro. Y eso es una alegría y un temor. Porque me da miedo no tener ya los viejos miedos para refugiarme en ellos a sufrir. Porque no estoy acostumbrado a no sufrir (o sea, a sufrir menos de lo acostumbrado), como tampoco lo estoy a vivir a pecho descubierto. Este será mi aprendizaje definitivo: el más difícil, el más hermoso, el más necesario. Disfrutar lo que se tiene, ignorar lo que no se tiene (por eje...

Voces interiores

La soledad, que tanto nos aligera, también agobia a veces… La convivencia con uno mismo tiene sus desencuentros, que dan mucho trabajo. No por familiares se nos hacen más llevaderas nuestras manías, y es más difícil dejar de tomarlas en serio que cuando se trata de las de los demás. Con nadie somos más exigentes: de nadie nos molestan más las estupideces y las mezquindades. A veces me encantaría ser capaz de ignorarme. Escuchar mis lloriqueos y mis gruñidos como quien oye llover. O bien apelar a eso que algunos llaman “el maestro interior”, una voz predominante sobre el resto, capaz de imponer calma sobre el griterío, capaz de infundir serenidad y apaciguar a mis niños amedrentados. Suena un poco a esquizofrénico eso de sentirse dividido por dentro, pero, ¿acaso no lo estamos todos un poco? ¿Qué es la voluntad, sino una fuerza que se impone sobre la indolencia? ¿Qué es la conciencia (moral), sino una voz que nos recuerda lo correcto cuando nos vemos tentados de ignorarlo? ¿Qué es la...

Nubes en la Arcadia

Por insólito que parezca, a veces las cosas están bien como están. Un rincón del bosque, entre sol y sombra, echado en la hierba, mirando las copas de los pinos que, como si conocieran la verdad, señalan hacia un cielo diáfano, estampado de discretas nubes. El agua que brinca, como un niño silbando, por la leve pendiente, dejando al descubierto el viejo zócalo de granito cuarteado por el hielo en remotas edades congeladas que ya se fundieron. El convulso quehacer de los insectos, hermanos de las flores, y de las eternas hormigas, constructoras de montañas de agujas. La ladera que invita a subir, o a bajar, o a quedarse, en definitiva a hacer lo que a uno le apetezca, sin que nada se inmute por ello. A veces todo está, o lo parece, donde tiene que estar, y uno puede olvidarse de sí mismo, porque comprende que no le hace falta al mundo, que el mundo tiene su propio designio y va a lo suyo, evolucionando según su ley secreta, sin voluntad ni objeto. ¡Qué tranquilo se queda uno en la in...