Hay que hincar con decisión los pies aquí y ahora; “residir en la tierra”, decía Pablo Neruda. Vivir en el presente es permanecer ocupado. Estar fuera de él ― dando vueltas a un pasado ingrato o que no fue, anhelando o temiendo un futuro que no es y que tal vez no sea nunca ― es, en cambio, vivir preocupado. Ocuparse ― atender, actuar ― es lo contrario de preocuparse. Sin embargo, somos criaturas del deseo y del temor, esto es, de la expectativa. Eso nos condena a padecer más de la cuenta, a sufrir por sufrir. ¿Podríamos desear sin apegarnos, solo como una vaga aspiración? Anhelar es gozoso cuando no lo hacemos con ansia. ¿Podríamos temer sin angustia, limitando el miedo a un presagio sin profundidad, un temblor de superficie que se disipa al impactar en la orilla? El temor nos hace prudentes y nos arrima a los otros cuando no nos paraliza. Buda nos instaba a liberarnos de todos los deseos y a desechar todos los temores. Tal vez la mayoría no podamos lograr tanto, pero podríamos p...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida