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Mostrando entradas de diciembre, 2017

Lo arduo de la libertad

Vivir es un viaje abigarrado y difícil. La vida levanta la materia en un salto improbable que se opone a todo: a la pacífica gravedad mineral, a la escasez y al exceso, al desgaste del tiempo, al aumento universal del desorden… Los astrónomos buscan planetas habitables, y solo esa tarea ya es exquisitamente ardua: las estrellas, los planetas, las temperaturas, los gases, todo tiene que haber llegado a un raro equilibrio. Y ni aun las condiciones propicias hacen probable la vida: aún falta la concurrencia de incontables azares, su confluencia en un punto donde el acontecer contra corriente se haga milagro. “Lo raro es vivir”, escribe Carmen Martín Gaite. La vida es una excepción fruto de mil excepciones, y a cada minuto una legión de fuerzas atentan contra tanta complejidad, reclamándole el regreso a la sencillez. ¿Y hay algo más simple que morir? Basta con esperar. Morir es el punto de llegada ineludible del salto de la vida, allá donde se vuelve a la horizontalidad y concluye el i...

La paz mental de Robinson Crusoe

En la clásica novela de Defoe, Robinson, después de diez días de enfermedad, desesperado, pide a Dios que se apiade de él. “No tenía conocimiento divino. Esa era la primera plegaria, si la puedo llamar así, que había hecho en muchos años”. El náufrago duerme durante dos días y al despertar se siente mejor y hasta puede comer algo. Bendice el alimento, toma una Biblia que había rescatado del barco encallado y lee al azar: “Llámame un día de infortunio y Yo te liberaré y tú Me glorificarás”. Robinson se siente mucho mejor. “Esa noche, antes de acostarme, hice lo que nunca antes en mi vida había hecho: me arrodillé y le recé a Dios”. A partir de ese día, Crusoe se impone leer un fragmento de la Biblia cada mañana y cada noche. Y concluye: “Mi situación comenzó a ser entonces, si bien no menos desgraciada en lo que respecta al modo de vida, sí mucho más llevadera para mi mente”. Aquí nos interesa ese vuelco que Robinson logra para su ánimo instaurando  ― o más bien redescubriendo ― ...

La presencia virtual

Tal vez esta vida ausente que llevamos, donde lo virtual le gana terreno a la realidad, no esté tan mal, en el fondo. Perdemos una dimensión, sí, pero ganamos otra. Quizá no estemos muy presentes en el lugar donde estamos, pero las fotos y los comentarios que colgamos sobre él construyen otro que se le parece. ¿No es eso, para bien o para mal, lo que hemos hecho siempre? Creamos nuestro propio mundo imaginario  ― construido con nuestras percepciones, nuestras impresiones, nuestras expectativas… ―  y nos desenvolvemos en él como si fuera real. En ese juego del “como si…” reside el sentido, que es completo en sí mismo, y nos queda más cerca que la siempre fragmentaria realidad. Muchas veces, cuando voy de excursión, me descubro a mí mismo contemplando, en lugar de los bosques, los riscos o las flores, estampas para fotos interesantes. ¿Me aíslo del paisaje, o más bien lo estoy recreando? La pasión fotográfica limita, sí, mi presencia en la naturaleza, la recorta por los límite...

Más allá del chismorreo

Recomiendan los sabios que, para una vida plácida y feliz, evitemos el chismorreo. Los budistas insisten especialmente en ello: hablar mal de los demás ensucia nuestro pensamiento, y alimenta los malos sentimientos. También contradice ese amor compasivo que debería inspirarnos el sufrimiento universal, y que nos transmite la fuerza de la empatía. Hablar mal solo ensancha distancias, y ahonda desencuentros. Mina nuestra dignidad y seguramente nos hace más malos. Pone en cuestión hasta qué punto somos merecedores de confianza; “el que chismorrea contigo de los defectos de los demás chismorrea con otros de los tuyos”. Todo eso es cierto. Sin embargo, ¿realmente podemos dejar de hacerlo? ¿No es verdad que a menudo los chismes nos ayudan a sobrellevar la frustración? ¿No son un modo de suavizar lo insoportables que a veces son capaces de hacérsenos nuestros semejantes? ¿Acaso no nos consuela frente una angustia o una rabia que sobrellevamos en silencio? Es más: ¿no sirve el cotilleo para...