Las emociones incluyen su gramática, su código convencional que modela el impulso innato domesticándolo dentro de la esfera social. Lo emocional incorpora así un lenguaje que se construye con las derivas del uso, y que es aprendido a fuerza de intercambio. Esta impronta social conlleva su secuencia, su ensayo y error, su premio y su castigo. Pero ante todo está hecha de significados compartidos. Dicho de otra manera: también las emociones se aprenden. No son un fenómeno estrictamente individual, sino modalidades de encuentro con los demás, estilos de vínculo. Como tales, se construyen en el espacio de lo común, que es el territorio de la creación y la cultura. Esta dimensión de aprendizaje da cuenta de las dificultades y complejidades que suele plantearnos el manejo de los sentimientos. Sentir, más allá del impulso, comprende una destreza que se incorpora y se desarrolla, que conviene afinar y requiere ensayar. Pongamos por caso el apego , meollo de la arquitectura emocional y por...
Apuntes filosóficos al vuelo de la vida